Cuando a finales del siglo XX el director Stephen Frears decidió llevar a la gran pantalla la novela de Nick Hornby, High Fidelity, el primer nombre que le vino a la cabeza para interpretar al protagonista fue John Cusack. El cineasta británico ya había trabajado anteriormente con el intérprete de Illinois en Los timadores y sabía que era el candidato ideal para dar vida al inestable e inseguro Rob. Junto al mismo aparecen una galería de actores secundarios en estado de gracia, entre los que destacan Jack Black, Tim Robbins (Cadena Perpetua, El gran salto) y Catherine Zeta Jones (La trampa, Chicago), esta última como una de las exnovias del personaje principal.

Uno de los puntos fuertes de la obra es un guión que refleja las situaciones cómicas y los agudos diálogos de la novela. Su estructura, con la crónica de los cinco principales fracasos amorosos de Rob, desde su niñez hasta el momento actual, es otro de los atractivos del filme reflejando el avance del tiempo, no siendo así el de la personalidad de nuestro protagonista, anclada en la de un eterno adolescente. Este aspecto se repite en varias novelas de Hornby, entre ellas Fiebre en las gradas o Un gran chico (ambas llevadas al cine con los títulos de Fuera de juego y Un niño grande).

Asimismo, la narración recae sobre el personaje de John Cusack, quien dirigiéndose directamente a la cámara explica gran parte de los sucesos que han causado sus separaciones sentimentales, así como sus dudas y temores que éstas le han provocado posteriormente. Es, sin duda, este recurso uno de los mayores aciertos del filme, consiguiéndose una mayor conexión con el espectador y provocando momentos realmente cómicos.

Una de las mejores comedias románticas del cine reciente. Muy recomendable.

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