Y al enredo con sátiras volverás (a la diosa taquilla gracias) tras otro experimento puntual en el cine de institutos. Y requiebros y giros mediante, Fernando Esteso se torna en el particular Jean-Pierre Léaud ozoriano (y lo digo así con o sin permiso de los puristas) en el tercero y más desenfadado de los episodios de las pluriempleadas vivencias de Antoine Doinel, con la compatibilidad buscada entre la precariedad laboral, los líos de faldas y lo que acabe desencadenándose tras meterse de rebote en un trabajo como detective oliendo los líos de la esposa de su cliente y, gracias a ella, encasquetarse (y eso obtiene más de una acepción, claro) para ir trepando profesionalmente a costa de prolongar hasta unos 80 minutos -como mandaba la tradición, esos benditos 80 minutos- las concesiones bufas preliminares adulteradas y aumentadas de 'Besos robados' (1968, François Truffaut), potenciando el ingrediente vodevilesco, lúdico, eróticofestivo y satírizador que sabes que vas a encontrar si complementan el cartel mi particular trío de reinas destapadas del director: la añorada Azucena Hernández, Rosa Valenty adelantándose a la jefa acosadora de Demi Moore y Adriana Vega pitufeando con el jefe; todas felizmente arrejuntadas en el clímax (casi) final.
Por cierto, que los pasotas sean creíbles no es el fuerte de Mariano Ozores, pero aquí Azucena Hernández y Curro Summers son la mejor excepción a dicha regla.
Estesismo en estado puro, aunque no sea tanto el protagonista como, en la recta final, un miembro más del reparto coral en un divertido vodevil hotelero de manual con Queta Claver contemplando el show en el tercer acto que cierra tres geniales españoladas en una.