Un John Wayne sublime nos regala una actuación extraordinaria, posiblemente la mejor de su carrera, en el mejor wéstern del señor Hathaway. La interpretación es tan poderosa que te mantiene pegado a la pantalla a pesar de un guion no muy consistente, algo muy similar a lo que ocurrió con Eli Wallach en esa famosa película de Leone.

Yo siempre había colocado el guion por encima del trabajo actoral, y tengo que reconocer que estaba equivocado. Vamos a ver, es cierto que si los diálogos los escribe algún descerebrado con varios chutes de Pfizer en el cuerpo, como ocurre en la actualidad, no existe un John Wayne que te levante una mierda de tal envergadura; pero ante un texto flojo, como el que la señorita Roberts escribió para la ocasión, un actor en estado de gracia puede ocultar todas esas imperfecciones y elevar la película hasta un lugar que de otra forma jamás alcanzaría.

Me gustó la banda sonora y el toque cómico que rodea toda la historia.