He de reconocer que piqué completamente en la trampa de Gus Van Sant. Como si de una araña que tiene preparada su telaraña para los incautos se tratara, me vi atrapado desde el minuto 5 de película por lo que tenía ante mi. Me maravillé en la forma en la que el director contaba la historia, y tenía la extraña necesidad de conocer qué estaba sucediendo y sobre todo qué iba a ocurrir con el joven interpretado por Gabe Nevins. Un Gabe Nevins que si bien muchas veces está poco inspirado y apático en la película, interpreta bien un papel más complicado de lo que puede parecer en un principio.

Pero, siguiendo con el símil de antes, mi caso fue el más terrorífico posible, ya que me di cuenta a eso de la hora de proyección que había caído en una trampa de Gus Van Sant, aunque ya era muy tarde para intentar escapar de la mencionada telaraña. Me di cuenta de que la historia que me estaban contando está vista y revista en el cine, tanto comercial como no tan comercial, y que el director tan solo estaba haciendo un truco de magia que conseguía engañar al ojo humano y al propio cerebro, y lo presentaba como algo único y original. Poco importó el darme cuenta de que estaba ante un truco de magia, cuando me di cuenta de ello tenía las mismas ganas de seguir viéndola que a los 5 minutos.

Aunque pueda parecer una película lenta, Paranoid Park goza de un ritmo envidiable. Es sin duda todo un mérito el hacer planos tan alargados y mudos y que en ningún momento asome el tedio en el espectador. Aunque no cuente nada nuevo Paranoid Park es un lugar que merece la pena visitar, y todos aquellos que la tilden de inconclusa es porque no se han dado cuenta de cual es el verdadero argumento de la película.