Formidable relato sobre la dualidad de la discapacidad física, ahondando en la amistad que une la pareja protagonista y en el amor, dolor e impotencia de que disfrutan, padecen y se resignan.

Destacar los papeles de James McAvoy, impresionante actor que ahora recoge con popularidad el fruto de sus trabajos y de Steven Robertson, en un papel difícil de interpretar y merecedor de una nominación al Oscar sin ninguna vacilación (pues Daniel Day Lewis ganó uno por un papel similar en Mi pie izquierdo y el ganador del 2004 fue Jamie Foxx por la común Ray) pero claro, films independientes de gran calidad como éste no tienen repercusión en EE.UU, se aprecian más los biopics.

Además de exponer la minusvalía física también el director nos presenta la muerte y el conocimiento que tienen sobre ella, más cercana que las personas sin discapacidad alguna. Y no sólo consigue atraer al espectador, sino que lo hace partícipe de la trama y le traslada a ese mundo hasta que comprenda el mensaje esperanzador que reclama esta cinta, ese mensaje que incita a la fe y al hecho de que las personas aprendar a disfrutar acciones rutilantes pero que simplifican y definen la esencia de la vida misma.