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davilochi rating:
9
6.4
258
Drama
1957, Budapest. A young defense officer's loyalty is tested by his mentor in a highly deceptive spy game.
Language of the review:
- es
March 11, 2012
8 of 15 users found this review helpful
El año pasado apareció en Hungría esta interesante cinta de intriga, espionaje y drama encuadrada en un contexto histórico muy concreto: los meses posteriores al levantamiento húngaro del año 1956, conocido como Contrarrevolución desde al año siguiente y, hoy en día, desde hace unos veinte años gloriosa Revolución húngara, momento estelar y traumático a partes iguales del pasado reciente del país magiar. La combinación de géneros prometía y el resultado no defrauda, así, el ritmo intenso y el carácter fresco que Péter Bergendy imprime a la película hacen de ésta un trabajo digno de tener en cuenta para todo amante del género.
Como veníamos sugiriendo más arriba, el año 1956 marca un punto de inflexión en la historia húngara, y es elevado hoy en día a los altares de la historia del país como muestra de la repulsa del pueblo húngaro hacia el comunismo, de acuerdo con la visión oficial una imposición extranjera ajena al carácter nacional, amante de la libertad y el progreso. En los cementerios de cualquier ciudad húngara podemos ver hasta qué punto los acontecimientos del 56 han sido convertidos en objeto de culto por la nueva cultura cívica surgida al calor de la caída del comunismo a finales de 1989, allí nos encontramos las banderas nacionales con un agujero en el centro (supuestamente esto tenía que ver con ) en las tumbas de los mártires y héroes del momento; otro ejemplo de ello es la estatua de la "Pièta Hungara" de la ciudad de Szeged, al sur del país, donde una estatua que encarna a la Virgen María porta entre sus brazos una bandera húngara perforada, llorando la muerte de sus hijos y la esclavitud del pueblo elegido.
Más allá de análisis del mesianismo inherente a la cultura política húngara en la actualidad -tentación a la que, por otra parte, escapan pocos países europeos hoy en día - y de la construcción de relatos memorísticos legitimatorios y exculpatorios, lo cierto es que una película como esta llega en un buen momento. El joven y atractivo primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en el cargo desde el año 2010, está impulsando la elaboración y consolidación de estas narrativas del pasado con fines políticos, en un ejercicio de presentismo, buena muestra de ello es la ley que reconoce al Partido Socialista como heredero directo del Partido Socialista Obrero Húngaro, que gobernó el país desde 1956.
Como veníamos sugiriendo más arriba, el año 1956 marca un punto de inflexión en la historia húngara, y es elevado hoy en día a los altares de la historia del país como muestra de la repulsa del pueblo húngaro hacia el comunismo, de acuerdo con la visión oficial una imposición extranjera ajena al carácter nacional, amante de la libertad y el progreso. En los cementerios de cualquier ciudad húngara podemos ver hasta qué punto los acontecimientos del 56 han sido convertidos en objeto de culto por la nueva cultura cívica surgida al calor de la caída del comunismo a finales de 1989, allí nos encontramos las banderas nacionales con un agujero en el centro (supuestamente esto tenía que ver con ) en las tumbas de los mártires y héroes del momento; otro ejemplo de ello es la estatua de la "Pièta Hungara" de la ciudad de Szeged, al sur del país, donde una estatua que encarna a la Virgen María porta entre sus brazos una bandera húngara perforada, llorando la muerte de sus hijos y la esclavitud del pueblo elegido.
Más allá de análisis del mesianismo inherente a la cultura política húngara en la actualidad -tentación a la que, por otra parte, escapan pocos países europeos hoy en día - y de la construcción de relatos memorísticos legitimatorios y exculpatorios, lo cierto es que una película como esta llega en un buen momento. El joven y atractivo primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en el cargo desde el año 2010, está impulsando la elaboración y consolidación de estas narrativas del pasado con fines políticos, en un ejercicio de presentismo, buena muestra de ello es la ley que reconoce al Partido Socialista como heredero directo del Partido Socialista Obrero Húngaro, que gobernó el país desde 1956.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Bien, la película de Péter Bergendy se centra precisamente en las consecuencias del levantamiento del 56, que dejaron un saldo de 200.000 húngaros en el exilio, algo que podemos ver en la película, cuando a través de Radio Free Hungary refugiados políticos húngaros suenan los mensajes codificados para sus seres queridos en Hungría, concretamente para evitar represalias; con 26.000 ciudadanos sometidos a juicios, a menudo sin evidencias, y la mitad de ellos encarcelados.
En cualquier caso, el film aborda el mundo particularmente despiadado del aparato represivo del Estado, donde la vigilancia, el procesamiento y la purga de los individuos son más un fin en sí mismo que un medio para la defensa de la revolución, de forma que hemos de suponer que de haber algún ideal tras el trabajo de los agentes éste ha sido completamente deformado. Así, el comunismo aparece como una ideología despiadada y deshumanizadora donde las tareas y los objetivos se cumplen en medio de la más absoluta monotonía, un mundo en el que nadie puede contar con nadie y donde los discípulos pugnan por superar a los maestros en crueldad. En la cristiana Hungría, fundamentalmente católica, nada puede ser más impactante que el desprecio manifiesto de estos agentes comunistas hacia la santificación de las fiestas, ya que la acción se va a desarrollar en plena víspera de Nochebuena. Así pues, cuando la gente de bien está reunida con sus familias y se reúne para olvidar por un momento todo lo demás, los agentes de la policía secreta conspiran para medrar gracias al periodo de incertidumbre abierto por los sucesos del 56.
A todo ello hay que sumar la sensación de inseguridad permanente o el estado de terror instaurado bajo el estado comunista, donde ni los sacerdotes se salvarían de caer en las redes de informadores del Ministerio del Interior; al fin y al cabo, los secretos de los confesionarios son muy valiosos de cara a la extorsión y el chantaje. Cualquiera podía ser un informador, de modo que el comunismo, lejos de traer la cohesión y la paz social, lejos de instaurar la solidaridad provocaría un intenso proceso de atomización y fomentaría el individualismo. Así, los comunistas serían individuos grises y despiadados marcados por oscuros pasados y sin nada que perder, porque ya habrían perdido todo, como ocurre con el propio protagonista y su compañera.
No querría acabar sin destacar la fascinante belleza de Gabriella Hámori, algo de otro mundo.
En cualquier caso, el film aborda el mundo particularmente despiadado del aparato represivo del Estado, donde la vigilancia, el procesamiento y la purga de los individuos son más un fin en sí mismo que un medio para la defensa de la revolución, de forma que hemos de suponer que de haber algún ideal tras el trabajo de los agentes éste ha sido completamente deformado. Así, el comunismo aparece como una ideología despiadada y deshumanizadora donde las tareas y los objetivos se cumplen en medio de la más absoluta monotonía, un mundo en el que nadie puede contar con nadie y donde los discípulos pugnan por superar a los maestros en crueldad. En la cristiana Hungría, fundamentalmente católica, nada puede ser más impactante que el desprecio manifiesto de estos agentes comunistas hacia la santificación de las fiestas, ya que la acción se va a desarrollar en plena víspera de Nochebuena. Así pues, cuando la gente de bien está reunida con sus familias y se reúne para olvidar por un momento todo lo demás, los agentes de la policía secreta conspiran para medrar gracias al periodo de incertidumbre abierto por los sucesos del 56.
A todo ello hay que sumar la sensación de inseguridad permanente o el estado de terror instaurado bajo el estado comunista, donde ni los sacerdotes se salvarían de caer en las redes de informadores del Ministerio del Interior; al fin y al cabo, los secretos de los confesionarios son muy valiosos de cara a la extorsión y el chantaje. Cualquiera podía ser un informador, de modo que el comunismo, lejos de traer la cohesión y la paz social, lejos de instaurar la solidaridad provocaría un intenso proceso de atomización y fomentaría el individualismo. Así, los comunistas serían individuos grises y despiadados marcados por oscuros pasados y sin nada que perder, porque ya habrían perdido todo, como ocurre con el propio protagonista y su compañera.
No querría acabar sin destacar la fascinante belleza de Gabriella Hámori, algo de otro mundo.