Esa es la elección cuando realmente aprieta el apetito y los sofisticados platos de la alta cocina a uno le deja con más hambre que Carracuca y además con la abultada diferencia de precio que supone decantarse por una hamburguesa, si puede ser XXL y con todo ese queso americano chorreante que a uno le deja con el corazón paralizado y la cabeza pensando en los kilómetros que hay que hacer para que aquello no se adhiera al cuerpo en forma de nombre de neumático.

Finalizamos un año muy suculento en manjares culinarios de todo tipo, desde la bellísima fábula del chef especializado en trufas “Pig”, pasando por los apetitos caníbales de “Hasta los huesos” y acabando con esta ingeniosa comedia negra que deja al mundo de la alta cocina y sus comensales snobs a la altura del betún. Obviamente es una sátira y bastante contundente del universo de los platos con nombres imposibles y los “gourmets” expertos en esferificaciones y espumas diversas que no deja títere con cabeza.

Después de una primera parte brillante de presentación de los personajes y llegada a la isla donde se va a desarrollar el exclusivo dispendio, la película, en mi opinión, decae un poco al dejar de lado las historias de los invitados para centrarse en el semblante terrorífico que va tomando el menú y que nos va a dejar en un duelo de alto voltaje entre el chef, siempre inquietante Ralph Fiennes y la invitada sorpresa Anya Taylor Joy.

Estamos ante una ocurrente película de misterio muy en línea con “Puñales por la espalda” o un “Asesinato en el Orient Express” que hubiese escrito una Agatha Christie nacida en los años ochenta. Un menú canalla para paladares exigentes con un postre que sabe estar a la altura.