El 11 de enero de 2015 escribí en la crítica de whiplash : "seguiré con interés la obra de Damien Chazelle". Ahora puedo afirmar, un mes antes que se alce con un par de Oscars que habrá una legión de fans que seguirán lo que haga en un futuro. Un futuro prometedor y que nos hace, a los cinéfilos del mundo, tener esperanzas sobre el futuro del cine.

Demien consigue lo que hace décadas consiguieron cineastas como Coppola, Spielberg o Scorsese, éste último intentó con relativo éxito plantear una película similar con "New York, New York", y es aunar todo el espíritu del cine clásico hollywoodense, con un respeto absoluto a sus cánones originales, a la vez que los plasma de manera aparentemente nueva y moderna. En algunos momentos incluso cuestionando con respeto los gustos contemporáneos. Su éxito radica precisamente en eso. Cuando representa aquello que sus protagonistas no quisieran vivir lo hace también de manera brillante. No se enfrenta al público actual, sencillamente lo que hace es mostrar el mundo creado por la cinefilia y la melomanía de manera espléndida, mágica, con todas las ventajas que proporciona tener un lenguaje universal que ha madurado tecnológicamente.

Por suerte existe un lugar llamado Hollywood. Incluso sus estudios y directivos ávidos por encontrar una saga a la que aferrarse. Porque ellos saben que siempre tienen que dejar respirar el talento. Ven una película pequeña como "whiplash" que era de una precisión exquisita y ahí está ahora su director con todos los medios para entregarnos esta obra maestra.

Me ha hecho soñar y me ha recordado que yo el lunes tendré que ir a trabajar en algo que me gusta pero no me apasiona y que gracias a ello puedo tener una vida placentera, pensando que quizá, en algún momento vuelva a intentar el sueño que realmente quisiera alcanzar.