Cuando en 1763 los indios de los Grandes Lagos comandados por Pontiac comenzaron su lucha contra las tropas y colonos ingleses no lo hicieron por ser salvajes o tullidos mentales.

Los británicos llevaban ya un tiempo invadiendo sus tierras mandando inmigrantes a tierras que no les pertenecían, impidiendo que comerciaran con los franceses y anulando una tradición tan extendida por aquel entonces como eran los regalos de tabaco, mantas o utensilios de cocina (en cambio el alcohol sí lo permitía para que se muriesen antes)

Además el hecho de que entre los indios el cristianismo fuera arraigándose (gracias a españoles y franceses), nunca gustó a los anglicanos que no consideraban a esas bestias fueran capaces de tener una religión occidental.

El general inglés Jeffrey Amherst, uno de esos racistas empedernidos hijo de la Gran Bretaña, fue el principal provocador hasta que la guerra terminó por estallar lógicamente.

El desarrollo del conflicto fue sangriento y se puede decir que fue sangriento, cruel e inhumano por ambas partes. El resultado fue un empate técnico, que al menos posibilitó a los indios poder recobrar de nuevo algunos de sus derechos mancillados y volver a comerciar, aunque por poco tiempo...

Hasta aquí la historia, comienza el cine. Quien mejor que ese productor-director ultranacionalista como Cecil B. DeMille, para llevar a cabo una película como “Los inconquistables” llena de encanto y a la par de odio y mentiras históricas.

Yo no soy antiDeMille como mucha gente, no creo que tenga malas películas y casi todas ellas son apreciables, pero tampoco es un genio del cine, lo que sí es, es un anglosajón patriotero que pensaba que los americanos pueden y deben de coger aquello que les apetezca sin pedir permiso. Y lo fue desde siempre, intentó alistarse para matar españoles en la guerra de Cuba pero le faltaba un año para la edad mínima permitida. Su xenofobia aumentó cuando a su padre le mataron en la PGM y a su hermana la defenestró por casarse con un mexicano como Anthony Quinn. Y podía seguir largo rato.

En “Los inconquistables” veremos las dos caras del hombre, por un lado ese director espectacular, que se mueve como pez en el agua en películas mastodónticas de larga duración, con extras y escenas de acción portentosas (nominada a los mejores efectos especiales), además de saber entretener como pocos consiguieron en su momento. Pero por otro lado está el mentiroso, el apologeta, el servidor de intereses plúmbeos.

Aquí los indios se convierten en seres abominables que merecen su exterminio de la mano del siempre excelente y fascistoide Gary Cooper. Los blancos no hacen nada para enfadarles claro está, pero la realidad es que el gobierno repartía mantas cubiertas de viruela a los indios.