Adaptar una obra como La espuma de los días es una tarea valiente y arriesgada que no podía encontrar mejor embajador que Michel Gondry, director de la memorable Eternal sunshine of te spotless mind y de obras más irregulares pero siempre imaginativas y visualmente innovadoras como La ciencia del sueño o Rebobine, por favor.

Al terminar de ver la película no tenía claro si me había gustado o no, hoy la balanza se inclina hacia el sí. El continuo exceso onírico puede agotar y en algunos momentos parece vano, una mera apuesta por superar los de la escena anterior que despista de la rápida agudeza de algunos diálogos. Además, la delirante estética y los efectos visuales sufren altibajos y hay escenas que rozan lo tosco.

Con lo anterior, si hoy he decidido que la película me gusta es porque tiene algunas escenas repletas de hallazgos que permanecen en la memoria y porque finalmente, sobre todo conforme avanza el relato y nos dejan de distraer con los platos imposibles de Nicolas (y aunque la segunda parte tenga un ritmo quizá demasiado moroso), sí consigue recordarme las sensaciones que me transmitió la novela, y eso, al hablar de un libro tan especial como La espuma de los días, es un gran mérito.

PD. No sé si la versión que ha llegado a España está recortada, pero yo no estuve dos horas en el cine.