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United States United States · Chicago
Donald Rumsfeld rating:
4
Documentary Michael Moore's "Fahrenheit 11/9" is a provocative and comedic look at the times in which we live. It will explore the two most important questions of the Trump Era: How the f**k did we get here, and how the f**k do we get out?
Language of the review:
  • es
January 6, 2019
30 of 55 users found this review helpful
11/9 no es el retrato definitivo de Trump; es un collage que da rienda suelta a los miedos, inquietudes y esperanzas de su creador y un puzzle al que le sobran piezas. Es tan vehemente como dispersa, tan iracunda como superficial, tan sensiblera como ingenua. Podría haber sido una buena serie documental si hubiera profundizado un tanto en alguno de los puntos que toca, pero como en vez de escarbar para hallar las raíces del problema se dedica a acumular nombres y acontecimientos, acaba por dejar sin rematar nada de lo que esboza.

Los ejes de coordenadas de este compendio de la ignominia son excesivos: Trump, por supuesto, pero también la calidad de los servicios públicos, el papel de los medios de comunicación, el partido demócrata, las armas, las guerras, el ejército, la juventud, Wall Street… todo ello sin orden ni concierto. Y precisamente porque algunos segmentos son extraordinarios (el de Obama) otros quedan ensombrecidos (la “invasión” de Flint, la alerta de Hawái o el caso de Sanders, que merecía alguna explicación más y alguna lágrima menos); amén de alguna secuencias completamente innecesarias. Además, como la distribución de los tiempos resulta arbitraria, parece que más que seguir un hilo conductor se limita a enumerar atrocidades reales y esperanzas impostadas con la esperanza de remover (las) conciencias (de los votantes de Trump). Pero no dice nada sobre él que no se supiera con anterioridad y la analogía con el régimen nazi resulta superficial e impostada; en este punto, de hecho, alcanza unas cotas extraordinariamente manipuladoras, llegando incluso a doblar un discurso de Hitler con otro de Trump. Si de verdad piensa así es que no se ha enterado de nada. Llamar nazi a alguien no es el mejor punto de partida para comenzar un diálogo. Es como entrar durante la misa mayor, llamar fanáticos a los feligreses y esperar que se hagan ateos. Como mucho te llevaras dos hostias sin haber ido a comulgar.

Como no conviene agobiar al espectador con pesimismo existencial, el documental huye hacia la juventud para refugiarse en un hipotético futuro, triste consuelo cuando tantas generaciones precedentes fallaron de manera tan lamentable aun teniéndolo más fácil. Los chavales, en un furioso alarde de ignorancia, incluso presumen de haberse formado a través de las redes sociales… Observes aquí que el documental por una parte critica cómo los políticos juegan con las emociones de las personas, asegurando que la política del miedo y la ira nunca busca encontrar soluciones y, por la otra, propone como antídoto la rabia que muchos jóvenes estadounidenses, aterrados, enfadados e incluso en estado de shock, sienten ante la situación.

Quizá la parte más salvaje e interesante sea la concerniente a la responsabilidad del partido demócrata. Aquí un político y una estrella se roban la función: Sanders y Obama, y ambos por razones muy diferentes. Mientras que a Sanders le roban la función (sic.), Obama, cual divinidad, desciende desde el cielo entre los gemidos de sus víctimas para pedir un vaso de agua y hacer el mejor autorretrato posible de sus legislaturas y de él como presidente. Lo mejor es ese tremendo <<no es un truco>> mediante el que la bestia se quita la máscara. Nunca un inocente vaso de agua resulto tan abyecto.

El documental acaba concluyendo algo a todas luces obvio: que el proyecto de democracia ha fracasado. Y siguiendo el esquema platónico anuncia la inminencia de la tiranía, equiparando la llegada a la Casa Blanca de Trump con la de los nazis en Alemania (imágenes del Reichstag ardiendo…). Y aquí se equivoca de nuevo. Primero porque desgraciadamente las cosas no son tan sencillas; hay factores de primer orden como (por ejemplo) la globalización, y la subsiguiente deslocalización del capital, que resultan más decisivos a la hora de explicar el fracaso (él lo sabe) que la simple personificación de nuestros problemas en dos o tres figuras públicas, figuras que en todo caso son el síntoma y no el problema.

Segundo. Trump no es Hitler. Trump no tiene ningún programa político, ningún proyecto a largo plazo, ningún ideal. Es alguien completamente pragmático que solo habla y actúa en función de la situación. Lo único que ambos comparten es la desesperada necesidad de aprobación por parte de los demás. El partido republicano no es el partido nazi: la propia cúpula del partido nazi estaba compuesta, desgraciadamente, por personas excepcionalmente competentes, inteligentes y trabajadoras. Y el pueblo estadounidense nada tiene que ver con la Alemania de principios de los 30; pues aunque puedan compartir una situación de miseria creciente y desesperanza hacia el futuro, lo cierto es que los alemanes creían en el poder de la sociedad a través de la política, y no eran en absoluto tan materialistas o individualistas como los estadounidenses; desde luego, no presumían de haberse educado a través de twitter; en cualquier caso, los nazis no disponían de una amplio arsenal de nuevas tecnologías y conocimientos con las que manipular a la población hasta lo más profundo de su voluntad.

Claro, por supuesto que podemos caer de nuevo en regímenes totalitarios, y de hecho puede que solo estemos a una o dos “crisis” de conseguirlo. Pero no por culpa de los demócratas o de Trump o de la tecnología, sino a causa de los fanáticos que siempre han estado ahí. Igual da que la ciencia haya dinamitado uno por uno los cimientos de la astrología, ellos seguirán creyendo en el horóscopo, las virgencitas, los ovnis o el libre mercado. Pero, en el marco general, Trump no supone un cambio significativo con respecto a la tendencia política y social de los últimos 50 años. No es mucho peor que Obama ni mucho mejor que Bush II; definitivamente, no es Hitler reencarnado. Eso sí, los problemas siempre han sido los mismos: la ignorancia y la miseria, el caldo de cultivo ideal para todo buen fanatismo. Y aunque la miseria se pueda curar, la estupidez es infinita.
Donald Rumsfeld
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