Clint Eastwood demuestra que los años, lejos de anquilosarlo, parecen haberle avivado sus mejores dotes de cineasta. Con "Million Dollar Baby" nos entrega una película notable, con un mensaje intimista y crepuscular (muy al gusto de Eastwood), pero cuidadosamente contenido y absolutamente alejado de los melodramas que el tema podría sugerir. Tres aparentes perdedores en la vida se encuentran y cada uno, a su manera, se apoya en el otro para encontrar su propia redención. La relación del manejador (Eastwood) y la boxeadora Maggie (Swank) fluye desde los abismos de la incomprensión y la amargura para elevarse al cariño y respeto del uno por el otro, tan sólido que al final uno es capaz de hacer el máximo sacrificio por el otro. Hillary Swank compone un personaje tierno a pesar de la fiereza que sugiere su rol de boxeadora, una persona tenaz y ansiosa por encontrar alguien que crea en ella, realizando a mi juicio una actuación superior a la que le mereció su primer Oscar. Por su parte Eastwood nos vuelve a demostrar lo poco valorado que ha sido como actor, componiendo un personaje duro y amargado por su separación familiar, pero que es ganado por la chica capaz de superar todos los obstáculos. Ambos personajes son apoyados por el boxeador retirado (Freeman) que siendo espectador del crecimiento de la relación casi padre-hija, nos narra en forma sencilla una historia muy hermosa a pesar de su dureza. Es una de los pocas veces que la Academia norteamericana ha sido totalmente justa en sus premiaciones, pues se trata de una película extraordinaria en muchos sentidos.