La premisa inicial es buena: los padres por medio de una especie de onda o interferencia cambia su instinto protector hacia los hijos en un instinto homicida. Es una apuesta eficiente sobre todo en tiempos en los que la sobreprotección de padres a hijos ha hecho que cada vez éstos tengan menos responsabilidades y maduren más tarde, pero no resulta resolutiva. Te muestra algunos vacíos generacionales para que empatices con la madre, correctamente interpretada por Selma Blair, incluso en los momentos en los que quiere matar a su hija. Nicolas Cage en estado rabioso, me encanta verlo así. El final de la peli se hace frenético y la sube un poquito más, pero en general te deja la sensación de que podía haber dado más de si. La cámara chirría con demasiado movimiento, la sangre solo de pasada y le falta un poco más de ambientación en el exterior, saber que pasa en el pueblo. Aún así, pesa más la balanza de lo positivo.