Pongámonos en antecedentes, el film se estrenó en 1971 en la que podríamos denominar la etapa de decadencia de la maravillosa productora Hammer, no en vano los expertos fijan 1974 como el año del comienzo del fin cuando se estrenó la incomprendida “Capitán Kronos, cazador de vampiros”.

Estamos, por lo tanto, en un momento en el que el público no demanda el mismo terror ni las mismas historias que hace un par de décadas, ha evolucionado y ya no se sorprende con las adaptaciones de monstruos clásicas aderezadas con toques de violencia, sexualidad y ese espíritu barroco que revolucionó el género.

Para esta “Dr. Jekyll y su hermana Hyde” contamos con Roy Ward Baker que en esta ocasión juega sus cartas con gran habilidad, para mí estamos hablando de su film más importante junto a “Las amantes del vampiro”, el artesano configura una explosiva mezcla de géneros que cubren desde Jack el destripador a Frankenstein y los doctores locos, tamizados con unas pizquitas de los ladrones de cadáveres y por supuesto, Jekyll & Hyde, núcleo central de la historia.

Además, se presentan varias temáticas sumamente incómodas para la época, como la dualidad sexual del protagonista (hermafroditismo), el cambio de géneros (transexualidad), cierta homosexualidad latente, que se proyecta en las actuaciones de Jekyll cuando es su hermana quien toma los mandos, una versión fémina y totalmente maléfica del buen doctor que hace suya de una manera genial Martine Beswick.

Ralph Bates como protagonista defiende con solvencia su papel, haciendo suyo un personaje que transmite egoísmo y ambición a partes iguales, en su desenfrenada búsqueda de la fórmula de la inmortalidad.

Es un pastiche, sí, como casi todas las producciones de la Hammer, pero es tal la mezcla de géneros y cuenta con un guion tan original y avanzado a su tiempo, que es difícil no quitarse el sombrero ante semejante rara avis.

Un cocktail que no dejará a nadie impasible.