Recordando a filmes como Dragonheart, Mi monstruo y yo, Cómo entrenar a tu dragón e incluso la decepcionante Eragon, este metraje de Disney se deja ver con buenos ojos. Con una historia dramática de fondo, unos personajes secundarios que no brillan, salvo en momentos puntuales, y una narración correcta, pero nada destacable, tenemos una cinta Disney poco ambiciosa y nada arriesgada. Con esto no intento decir ni mucho menos que sea basura, no malinterpretéis mis palabras. Se trata de una película disfrutable, que tiene momentos interesantes y un trabajo técnico detrás bastante encomiable. Aparte, consigue emocionarnos mediante escenas realmente bien filmadas. El antagonista me parece muy flojo, por no decir otro calificativo (genérico, cliché, trillado) que estoy harto de emplear en mis críticas. También aplaudo la acertada fotografía que nos permite visionar unos escenarios silvestres de lo más hermosos. El dragón está bien realizado, dentro de lo posible logra verse muy real...y adorable. Por desgracia, este bonito cuento ya nos lo conocemos; dicho dragón se hace muy amigo de un ser humano, un niño huérfano en este caso, ambos son inseparables, nadie comprende a la criatura a excepción del chaval, la mayoría piensa que la tierna bestia alada es peligrosa, los malos quieren ganar dinero a costa del precioso animal, ¿es necesario que continúe?. Y sí, se percibe la unión entre los 2, especialmente durante el clímax, pero seamos sinceros, dábamos por hecho ese detalle en una producción de estas características. Me gusta que en ocasiones la trama adquiera un tono más dramático, pero todo resulta tan previsible que no hay sorpresas. De las interpretaciones solo puedo destacar la de Oakes Fegley, que eso sí, es muy buena. Hablando del film original de 1977, lo vi una única vez siendo demasiado pequeño, así que no recuerdo prácticamente nada de él.