Lo cierto es que en esta película se muestran dos tipos de amor:
- El amor a un humano o persona, ese amor más carnal, más visible, más fácil de conseguir.
- Y el amor hacia el piano. Ada muestra toda su pasión a su piano, que la sacia con melodías que seducen al más pintado. El tacto de los dedos de Ada en las teclas trasmiten el amor que se perdió con la muerte del marido.

Así, las escenas eróticas son muy light (se podría decir que pone más ver a Ada tocando el piano) y nos muestran más desnudos que polvete. La directora intentó romper algún que otro tabú, y se quedó corta, solo mostró cuerpos ardientes y nada más. Aunque mérito tiene la dirección, soluciona bien un drama bastante lento y un guión más reflexivo y profundo que la mayoría de esa época.

La otra palma se la llevan las actuaciones: Holly Hunter, bellísima, realizando una desgarradora interpretación como Ada, expresando por los ojos más sentimientos que Helen Hunt en un rebujito de palabras. Harvey Keitel, correcto, quizás se le podría pedir más (véase Reservoir Dogs o Pulp Fiction). Sam Neill, el más flojito, no es muy buen actor, pero consigue un par de escenas en la que pone los pelos de punta. Anna Paquin, la guapísima niña consiguió el Oscar con la friolera de 11 años, haciendo de Flora, realmente ganar no sé, pero sí que creo que su interpretación es soberbia (mínimo la nominación asegurada por mi parte).

En fin, notable película que fue una de las más celebradas del año y que en algunos momentos emociona:7.5