Extraño, ultraviolento, filosófico, sucio y poco convencional western, con un Franco Nero de estética hippie, con casi tanta velocidad de disparo como Django.

El argumento del pistolero solitario que llega al pueblo polvoriento de turno donde mandan los malotes parece de lo más típico, no obstante no pasa mucho tiempo hasta que nos damos cuenta de que no es el típico western. Se trata de una reflexión sobre la propia vida, y la falta de respeto de "los que mandan" hacia ella, para su propio beneficio. Tengo que decir que, aunque muchos la alaban, la banda sonora (la única canción que sirve de banda sonora una y otra vez) me pareció quizás la peor de la historia; se me hizo insufrible la canción y su chillona voz femenina que taladra el oído y hasta el espíritu, por eso ponía el mute cada vez que sonaba. Le resto puntuación por la banda sonora y por no explotar al cien por cien un buen planteamiento.

Destaco también la escena de los cuatro centavos, con ese plano en primera persona de Keoma con los cuatro dedos tapando a sus próximas víctimas, pedazo de escena, de las mejores que he visto en un western. Y también es curiosa la escena de la crucifixión del convertido progresivamente en mártir Keoma, y por supuesto el metafórico final, donde la vida y la muerte se dan la mano.