Esta película "de códigos", rodada en 1993, se alza contra cualquier preconcepto maniqueísta de la gente común. En efecto: nos muestra cómo un gángster de alta talla (un "señor" mafioso) puede dar consejos altruísas al hijo de un camionero honrado y trabajador (Robert de Niro), y ser capaz de guiarlo y de protegerlo como si fuese ese padre ideal y "canchero" que no entorpece la libertad de su pilluelo, al que alejará de las bajezas del entorno delictivo.
Entre el padre verdadero y este padre putativo, hay una lógica tensión por el cariño y respeto del muchacho -quien, a lo largo del filme, va pasando de la niñez a la temprana juventud-.
Para el mafioso cincuentón del que hablamos (de nombre SONNY, en la ficción), aquél representa una suerte de "white paper" donde éste escribirá, pigmaliónicamente y "desde cero", una historia socialmente valiosa. Es decir, constituye una oportunidad para reivindicarse. Diríase que este hombre (mezcla de padre y amigo) lo "quiere sacar bueno" al chico, inculcándole valores en forma convincente. Al mismo tiempo, le hace abrir los ojos a la vida.
El muchacho lo admira.
A partir de la gran identificación que se advierte entre ambos, cada uno termina siendo, respecto del otro, su propio alter ego.
Imperdible la prueba de la puerta: el joven le comenta a nuestro gángster que gusta de una señorita, y éste le da una pista para reconocer cuándo una mujer vale la pena para un hombre.
El título original de tan lúcida película es "A BRONX TALE" (UN RELATO DEL BRONX). Pero se la conoce como "UNA LUZ EN EL INFIERNO".
Ciertamente, una muestra acabada de que, cuando se lo propone, Hollywood sabe despojarse de clichés.-