Para mí, la parte de ciencia- ficción (que la tiene, y mucha), sólo es un pretexto para lo que de verdad importa a la hora de entender el film. Siempre hay una elección posible, en este caso apretar un botón y llevarte un millón de dólares (cómo negarse) a expensas de la vida de un desconocido, o hacer uso del sentido común, no apretarlo y dejar que la vida siga su curso. Sabemos a lo largo del film, que lo que esa deidad -cuya procedencia desconocemos más allá del desfigurado rostro del señor Steward- espera, es que alguna de las parejas a las que se les plantea la posibilidad de hacerse ricos, vean más allá de su propio egoismo y se den cuenta que esa persona que no conocen y cuyo destino está en sus manos, también tiene una vida y una familia. Así, a través de los ojos de la pareja protagonista, seremos testigos de como esa facilidad y ligereza a la hora de tomar una decisión, se vuelve en su contra. Y sólo al final nos daremos cuenta de cómo la vida del último que se atrevió a pulsar el botón, se encuentra ahora en manos del siguiente que debe decidir si apretarlo o no... Y es que: ¿qué hubiera sucedido si la mujer del final hubiera rechazado tocar dicho botón? ¿Hubiera habido redención para el personaje de Cameron Diaz? ¿El niño hubiera recuperado la vista y el oído sin que su madre tuviera que morir? Lo cierto es que no llegamos a saberlo, puesto que es muy fácil pulsar un botoncito y llevarte un millón de dólares y por el que tiene que morir para tu engrosar tus arcas, que sufran sus familiares que son los que lo conocen y lo aman. Por tanto, yo me pregunto: ¿Y el término medio? La mayoría de las veces, ni nos lo planteamos.