Las imágenes del Holocausto siempre me han producido una contradicción: la visión de esos cuerpos desnudos apilados me ha parecido por una lado una falta de respeto a la dignidad de esas personas;por otro, ocultar ese horror tampoco sería ético.

El Hijo de Saúl acierta de pleno con la mirada elegida para narrar tanto espanto, a base de primeros planos sin profundidad de campo, muchos de ellos planos secuencia. Nos centran en el personaje, en su siniestro trabajo en el campo de concentración y en su enfermizo objetivo de dar religiosa sepultura al hijo que nunca reconoció. El horror no se oculta al espectador quien lo vive a través de imágenes desenfocadas y del sonido.

La tesis de la película es también impecable y ya fue expuesta por el eminente siquiatra superviviente y fundador de la logoterapia Victor Frankl en "El hombre en busca de sentido". Los holocaustos humanos (el judío, el aborto, la eutanasia, etc) tienen en común el olvido de la dimensión espiritual del hombre, lo que nos dignifica es ser hijos de Dios, sin Dios no hay alma y sin alma no hay Hombre. Por eso Saúl intenta reparar la dignidad de un hijo no reconocido y redimirse a sí mismo dándole una sepultura digna.