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Quatermain80 rating:
7
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- es
May 29, 2012
19 of 19 users found this review helpful
Una de las últimas obras de Epstein que, pese a su escaso metraje, condensa en gran medida las ambiciones artísticas de este realizador tan peculiar.
Localizando el filme en las costas bretonas, Epstein podría haber optado por realizar una película documental o neorrealista que mostrara la vida de los pescadores (al estilo de "Hombres de Arán" de Flaherty o al de "La terra trema" de Visconti), pero pronto nos queda claro que al realizador francés (de origen polaco) no le interesan tales perspectivas; a Epstein le seduce el misterio que subyace a la experiencia cinematográfica, que es capaz de hacer magia a través de medios modernos. Así, lo que se nos muestra es un pequeño universo dominado por la superstición, por los malos augurios y las "señales", y más importante aún, un universo que le sirve para establecer un paralelismo entre los prodigios de que es capaz el "domador de tempestades", y los que puede lograr el cineasta.
En efecto, ambos pueden jugar con el tiempo, detener lo que siempre está en movimiento; pueden hacer surgir una esperanza de la nada e ir más allá de lo visible, de lo real. Así pues, el cineasta es un mago capaz de superar las limitaciones temporales, de penetrar los verdaderos sentimientos de los personajes -por medio de la sola imagen, con sus característicos primeros planos-, y en definitiva, de traspasar el misterio de las cosas. Cuando esto se logra, se alcanza al tiempo una visión alternativa del mundo, y para Epstein, sólo esa visión distinta puede proporcionarnos una comprensión más completa, y el cine es el vehículo que la hace posible.
Las imágenes que logra Epstein siempre son sugerentes y distintas, ya se pose su mirada sobre las personas, los objetos o la atmósfera; es capaz de dotarlas de trascendencia y misterio -o al menos a mí me lo parece-, de convertirlas, por medio de su mera contemplación, en fuentes de información y conocimiento acerca de lo visible y de lo oculto. Ciertamente, es necesario para el espectador sintonizar con esa filosofía vanguardista y utópica de Epstein para apreciar el valor de su obra (en conjunto, más allá de este caso particular), pues de lo contrario, y muy legitimamente, sus películas se le harán pesadas o incomprensibles. Pero si por el contrario, ya sea por erudición o por sincera sensibilidad, logra conectar con las inquietudes artísticas de Epstein, a buen seguro experimentará sensaciones poderosas y distintas.
Quizás se pueda entender mejor la propuesta de Epstein si la comparamos con la que expresaba Juan Ramón Jiménez en el poema que reproduzco en spoiler.
Localizando el filme en las costas bretonas, Epstein podría haber optado por realizar una película documental o neorrealista que mostrara la vida de los pescadores (al estilo de "Hombres de Arán" de Flaherty o al de "La terra trema" de Visconti), pero pronto nos queda claro que al realizador francés (de origen polaco) no le interesan tales perspectivas; a Epstein le seduce el misterio que subyace a la experiencia cinematográfica, que es capaz de hacer magia a través de medios modernos. Así, lo que se nos muestra es un pequeño universo dominado por la superstición, por los malos augurios y las "señales", y más importante aún, un universo que le sirve para establecer un paralelismo entre los prodigios de que es capaz el "domador de tempestades", y los que puede lograr el cineasta.
En efecto, ambos pueden jugar con el tiempo, detener lo que siempre está en movimiento; pueden hacer surgir una esperanza de la nada e ir más allá de lo visible, de lo real. Así pues, el cineasta es un mago capaz de superar las limitaciones temporales, de penetrar los verdaderos sentimientos de los personajes -por medio de la sola imagen, con sus característicos primeros planos-, y en definitiva, de traspasar el misterio de las cosas. Cuando esto se logra, se alcanza al tiempo una visión alternativa del mundo, y para Epstein, sólo esa visión distinta puede proporcionarnos una comprensión más completa, y el cine es el vehículo que la hace posible.
Las imágenes que logra Epstein siempre son sugerentes y distintas, ya se pose su mirada sobre las personas, los objetos o la atmósfera; es capaz de dotarlas de trascendencia y misterio -o al menos a mí me lo parece-, de convertirlas, por medio de su mera contemplación, en fuentes de información y conocimiento acerca de lo visible y de lo oculto. Ciertamente, es necesario para el espectador sintonizar con esa filosofía vanguardista y utópica de Epstein para apreciar el valor de su obra (en conjunto, más allá de este caso particular), pues de lo contrario, y muy legitimamente, sus películas se le harán pesadas o incomprensibles. Pero si por el contrario, ya sea por erudición o por sincera sensibilidad, logra conectar con las inquietudes artísticas de Epstein, a buen seguro experimentará sensaciones poderosas y distintas.
Quizás se pueda entender mejor la propuesta de Epstein si la comparamos con la que expresaba Juan Ramón Jiménez en el poema que reproduzco en spoiler.
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Spoiler:
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
...Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Si se sustituye "Inteligencia" por cine y "palabra" por mirada, creo que se comprenden mejor las ambiciones artísticas de Epstein.
el nombre exacto de las cosas!
...Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Si se sustituye "Inteligencia" por cine y "palabra" por mirada, creo que se comprenden mejor las ambiciones artísticas de Epstein.