¿Es o no es una obra maestra? Esa es la cuestión. Reflexionando solo he encontrado una película brillante, amena, divertida pero no única aunque muy recomendable. El ser o no ser no parece ser la cuestión. Ante la muerte, la barbarie, el no ser, se opone el valor de la resistencia, el juego a ser lo que no se es para seguir siendo. La gravedad del marco histórico solo parece ser una excusa, un telón de fondo para representar el enredo cómico, la representación, eso sí, de los valores de la hermandad y el sacrificio inspirados por la supervivencia, por la protección del derecho insoslayable a la libertad. Polonia vivió a inicios de la II Guerra Mundial ese drama de poder seguir siendo un país a costa de ser una farsa de satélite de un monstruo que devoraría su existencia. Lubitsch erigió una comedia sobre ese monstruo que devoró países como pasteles, el Nazismo, colocándola para muchos en calidad de maestría en los anales del Cine. Pero al albur del presente la cosa no parece ser tan genial aunque, desde luego, es satisfactoria en todos los sentidos y cumple su papel en el género a la perfección. Esta es otra de esas películas antiguas que se beben sin mirar el reloj, que entretienen si te entregas, que logra sacarle partido al otro lado de la moneda, del drama histórico a la comedia de enredo. No provoca carcajadas pero su humor es tan inteligente que no se puede dejar de ver sin una sonrisa. El guión también es brillante y si puede haber sido inspirador con algunas buenas ideas. En seguida te acuerdas de Malditos Bastardos de Tarantino y piensas que podría haber bebido de su fuente. No se encuentran en esta película historias de guerra, de genocidio, no vemos ghetos ni exterminios (ciertamente hemos visto mucho de esto desde mediados del pasado siglo) pero lo que si vemos es el ridículo del sinsentido de parte de la raza humana y el ingenio de la otra parte por superar los obstáculos para seguir SIENDO.