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Blackbearry rating:
9
Horror. Romance. Fantasy In 1462, Elisabeta, the wife of Vlad Dracula, the ruler of Transylvania, throws herself to her death, wrongly believing that her husband has been killed while defending against the Turks. But when the church he has been defending condemns her soul to Hell for taking her own life, Dracula damns them and accepts the powers of darkness to become a vampire. In the 1890s, clerk Jonathan Harker travels to Transylvania to enact the sale of ... [+]
Language of the review:
  • es
November 4, 2011
3 of 5 users found this review helpful
No, no es la adaptación más fiel a la novela de Stoker. De hecho a ninguna de las películas que se han dirigido sobre el mítico conde se le puede otorgar ese título. Todas la adaptan a su manera, algunas (la mayoría en realidad) ni siquiera eso. Ésta es una más sin serlo. Coge la historia y hace lo que le da la gana con ella pero ¿qué la diferencia de las otras? Pues que lo que hace lo hace muy bien. Extraordinariamente bien. La gran novedad que introduce en el relato y que lo modifica por completo, contando una historia que poco tiene que ver con la de la novela original, es simplemente perfecta. Es el toque que le faltaba y que a ningún otro director se le ocurrió antes: el romanticismo. El vampiro condenado a la soledad y el desamor que, por azares del destino, termina encontrando la reencarnación de su amor perdido. Golpe maestro. Además encaja de manera sorprendente con la historia del libro, de la que apenas omite nada importante. Todo está ahí. O casi todo. Pero contado de una manera completamente diferente, tanto en el fondo como en la forma. Todo tiene un sentido, un fin último: recuperar el amor. Se acabó el Drácula heredado de Tod Browning, su traje oscuro, su enorme capa y su cabello perfectamente recortado. Se acabó la Mina pusilánime y el Van Helsing científico y erudito. Ella es una mosquita muerta con ganas de morder el mundo, una loba con piel de cordero. Él un maldito chiflado que intenta separar a dos amantes centenarios. Se acabó la mesura en las formas. La novela de Stoker supura erotismo por los cuatro costados, pero la rígida moral de la época en la que se publicó impidió cualquier exceso. La película de Coppola se toma la revancha. Fuera imposiciones victorianas. No hay amor ni vida sin deseo sexual. Lucy, la dulce Lucy, casi una niña inocente en el libro, se revuelca como una perra mientras aguarda el beso de su visitante nocturno. Las novias de Drácula aparecen como lo que la novela dejaba entrever: súcubos sensuales, húmedos y voraces. Renfield es un demente peligroso, el doctor Seward, tan recto y cabal, un drogadicto obsesionado por una paciente que nunca podrá tener. La violencia es real. La sangre empapa los fotogramas. El castillo de Drácula, con sus sombras furtivas, sus gemidos ahogados y sus susurros, es la antesala del infierno. El vampiro conmueve y aterroriza. Es amante y monstruo a la vez. Víctima y verdugo. Príncipe cristiano y maldito de Dios. Dandy centroeuropeo y demonio sediento de mujeres vírgenes. La narración clásica salta por lo aires. Coppola no está para academicismos. La película entera es un vaivén continuo, un carrusel de emociones, un delirio visual, una explosión esteticista, una orgía del horror, la mejor reinvención del mito de la Bella y la Bestia que se ha hecho jamás. No sé si se nota que me fascina. Una de las películas que me llevaría a una isla desierta. La última obra maestra de su director.
Blackbearry
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