Otra western de Eatswood en homenaje al más clásico estilo. Al contrario que en muchas de sus películas del mismo tema, Clint se muestra menos cínico e incluso hipócrita. Es un personaje sencillo, con cierto carisma pero que su actuación no desborda al resto como es costumbre. Sus apariciones son siempre medidas, sus acciones taimadas y oportunas.

Tampoco encontramos referencias filosóficas ni salidas metafísicas sobre la vida y la muerte, como es común en ocasiones por estos lares. La historia es sencilla, como puede leerse en la sinopsis, donde un grupo de pobres hombres intentan ganarse el pan a base de duro trabajo y los malos, los de siempre, intentan evitarlo. La extorsión y las amenazas provocan que los trabajadores piensen en retirarse y abandonar, pero la llegada de un misterioso reverendo los une en una causa común: logran creer en ellos mismos, en que con su trabajo y esfuerzo lograrán conseguir sus objetivos.

La película consta de dos partes. La primera resalta la resistencia pacífica de los mineros frente al acoso de los poderosos. Sus buenas medidas y contestaciones no logran el efecto deseado.

En la segunda parte, el tono cambia. Se vuelven agresivos, conscientes de la necesidad de lucha, donde se juegan más que su futuro: su libertad.