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Archilupo rating:
8
Drama This is the second in Bergman's trilogy that explores religious faith and doubts in a visceral, visual, and provocative manner. On a cold winter's Sunday, the pastor of a small rural church, Tomas Ericsson, performs service for a tiny congregation; though he is suffering from a cold and a severe crisis of faith. After the service, he attempts to console a fisherman, Jonas Persson, who is tormented by anxiety, but Tomas can only speak ... [+]
Language of the review:
  • es
December 27, 2008
58 of 60 users found this review helpful
Invierno en una aldea escandinava: un reverendo ceñudo y enfermo oficia ante media docena de fieles en una modesta capilla. Bergman traza una minuciosa descripción de la eucaristía, de cada comulgante. Uno de ellos confiesa en privado al pastor su miedo obsesivo a la extensión universal del odio y al estallido de una guerra nuclear.

En vez de confortarle, el reverendo se viene abajo y desnuda su alma atormentada por la extinción de la fe. El horror de la Guerra Civil española, que conoció estando en Lisboa, aniquiló irreversiblemente su cómoda noción de una divinidad paternal y providente. Para peor, la viudez inasimilable lo lleva a la amargura, a un agrio rechazo de las atenciones insistentes de la maestra, amante cuya comunicación, más bien física, no le basta.

Duro drama religioso, impregnado por la soledad de Getsemaní y la angustia (muy en línea con Kierkegaard y Unamuno) del hombre desvalido que siente cómo el padre celestial parece haberse desentendido de su creación y ausentado en insondable viaje.

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Lo extraordinario de la película, con independencia de que el tema se pueda haber cargado de anacronismo, es la perfección con que su estética se ajusta a la tonalidad del drama y traduce a lenguaje sensible un argumento de índole etérea y metafísica.

La fotografía de Sven Nykvist construye un mundo sin sol, en grises muy matizados, de nieve sin brillo y árboles esquemáticos; de grandes actores que han de incorporar orgánicamente el conflicto, expresando con tenso hieratismo el estupor, sus rostros en frecuente primer plano, a veces para tan solo registrar el movimiento de un ojo o el lento giro de una cabeza.

El sonido está muy amortiguado: apenas los lacónicos diálogos, un par de piezas del organista y el correr de un río durante un pasaje trágico.

La concisión extrema, reducción de los elementos expresivos a un equilibrado mínimo, consigue un ámbito que vale por un abismo de silencio.
Un abismo de silencio donde palpita con angustia una existencia desamparada, todo llamadas sin respuesta, sin siquiera eco.
Archilupo
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