Montones de naves espaciales cubren el cielo y tan solo tienen un interés: exterminarnos a todos. Tienen inteligencia y tecnología superiores. No somos ninguna amenaza real para ellos, pero aún así, se empeñan en querer destruirnos. Y nosotros, cabezones, aunque sea con azadas, nos tocan la moral y por nuestros huevos que aguantamos y ganamos. Y si hace falta, el Lendakari de Washington se pone la boina de los domingos, se monta en el tractor volador y se empotra contra la nave marciana. Por su santo testiculario que los marcianos no nos exterminan.

Toda la película es de ese palo: héroes de debajo de las piedras (y todos saben pilotar), frases lapidarias para escribir todo un diccionario de frases hechas que todo héroe de acción debe conocer y un remix de tópicos para usar durante las invasiones. Todo muy estúpido pero entretenido, y mucho más si sale Smith dando guantadas a un marciano rasta para arrastrarlo por el desierto.

No hay más cera que la que arde, y sabes antes de quemar la vela, la cera que va a arder. Si no te gusta, a lo mejor deberías habértelo planteado antes.