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Sahar rating:
8
7.7
9,360
Horror. Mystery
In Victorian England, the uncle of orphaned niece Flora and nephew Miles hires Miss Giddens as governess to raise the children at his estate with total independence and authority. Soon after her arrival, Miss Giddens comes to believe that the spirits of the former governess Miss Jessel and valet Peter Quint are possessing the children. Miss Giddens decides to help the children to face and exorcise the spirits.
Language of the review:
- es
July 26, 2008
219 of 244 users found this review helpful
Parto de la base de que con esta peli no puede haber certezas porque se basa en la ambigüedad. Dicho esto, diré que para mí no es una historia de fantasmas.
En todo caso es la historia de la lucha de la reprimida institutriz protagonista contra sus propios fantasmas sexuales: Miss Giddens (maravillosa Deborah Kerr), está un poquito desesperada y necesitada, y se siente atraída por el niño al que debe cuidar. Pero para no enfrentarse con esa realidad, su cabeza va pergeñando toda esa historia de la posesión fantasmal: para no reconocer que ve en ese “niño” a ese “hombre” que tanto necesita, se inventa que ese niño está poseído por aquel apuesto capataz cuyo solo retrato la hace temblar, y con el que sueña en sus pesadillas presumiblemente húmedas. Argumentaré mejor ese marcado carácter sexual:
Miss Giddens está inmersa en uno de esos sueños que tiene, entre gemidos, con el recio y viril criado muerto… cuando de repente la ventana se abre violentamente, irrumpiendo en la habitación todas las humedades de la furiosa tormenta exterior… ¡un auténtico orgasmo!
También está ese lenguaje tan sensual que emplea para hablar de la pasión de Miss Jessel (la institutriz muerta) por Quint (el criado buenorro): dice que siente “hambre por él, por sus brazos, por sus labios…”. Está hablando de la antigua institutriz, pero la manera tan concupiscente en que lo hace deja traslucir que también está hablando de sí misma y de sus propias ansias.
Es interesante el remake “mallorquín” que se hizo hace unos años (“El celo”), donde sí se mojaban con la cuestión fantasmal, sin que por ello la buena mujer dejase de estar más salida que el pico de una plancha. Es decir, no hay por qué entender de forma excluyente que “o hay fantasmas o está desequilibrada”, sino que a una mente fracturada se le puede añadir lo sobrenatural como realidad auténtica (que empeora el problema psicológico, claro). Pero me gusta más la ambigüedad total de Clayton (más respetuosa con el espíritu de la novela de Henry James, que lleva la incertidumbre hasta el paroxismo).
Una última mención para resaltar la evidente influencia de esta obra en títulos recientes como “Los otros” o “El orfanato” (aparte de lo evidente; en la idea “peter-panesca” de ese niño al que le gustaría vivir ahí por siempre, sin que nada cambie).
En todo caso es la historia de la lucha de la reprimida institutriz protagonista contra sus propios fantasmas sexuales: Miss Giddens (maravillosa Deborah Kerr), está un poquito desesperada y necesitada, y se siente atraída por el niño al que debe cuidar. Pero para no enfrentarse con esa realidad, su cabeza va pergeñando toda esa historia de la posesión fantasmal: para no reconocer que ve en ese “niño” a ese “hombre” que tanto necesita, se inventa que ese niño está poseído por aquel apuesto capataz cuyo solo retrato la hace temblar, y con el que sueña en sus pesadillas presumiblemente húmedas. Argumentaré mejor ese marcado carácter sexual:
Miss Giddens está inmersa en uno de esos sueños que tiene, entre gemidos, con el recio y viril criado muerto… cuando de repente la ventana se abre violentamente, irrumpiendo en la habitación todas las humedades de la furiosa tormenta exterior… ¡un auténtico orgasmo!
También está ese lenguaje tan sensual que emplea para hablar de la pasión de Miss Jessel (la institutriz muerta) por Quint (el criado buenorro): dice que siente “hambre por él, por sus brazos, por sus labios…”. Está hablando de la antigua institutriz, pero la manera tan concupiscente en que lo hace deja traslucir que también está hablando de sí misma y de sus propias ansias.
Es interesante el remake “mallorquín” que se hizo hace unos años (“El celo”), donde sí se mojaban con la cuestión fantasmal, sin que por ello la buena mujer dejase de estar más salida que el pico de una plancha. Es decir, no hay por qué entender de forma excluyente que “o hay fantasmas o está desequilibrada”, sino que a una mente fracturada se le puede añadir lo sobrenatural como realidad auténtica (que empeora el problema psicológico, claro). Pero me gusta más la ambigüedad total de Clayton (más respetuosa con el espíritu de la novela de Henry James, que lleva la incertidumbre hasta el paroxismo).
Una última mención para resaltar la evidente influencia de esta obra en títulos recientes como “Los otros” o “El orfanato” (aparte de lo evidente; en la idea “peter-panesca” de ese niño al que le gustaría vivir ahí por siempre, sin que nada cambie).
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Que para mí no haya fantasmas ni posesiones, no quiere decir que vea en los niños unas criaturitas inocentes, puesto que entiendo que participaban (no sé hasta qué punto) de los juegos sexuales del antiguo criado y la antigua institutriz (tras el shock, la niña suelta por su boca obscenidades que nunca escuchamos pero que dejan perpleja a la criada; y al niño lo expulsan del colegio “por decir cosas”, según explica al final).
Está bastante claro que esos niños están contaminados de algún modo por lo vivido junto a esa turbia pareja. Pero no poseídos por sus espíritus.
Para mí el pobre niño se muere de puro terror: yo me imagino con 10 años, solo en un caserón con una adulta supuestamente cuerda que de repente me sale con que un difunto está ahí, y me grita enloquecida que diga su nombre, y a mí me da algo. Vamos, es que me muero.
Creo que la identificación de Miss Giddens con la anterior institutriz la va a conducir hasta el mismo trágico final: Miss Jessel no pudo soportar la muerte de su amor crispado, y terminó en el fondo del lago. De la misma manera pienso que a Miss Giddens le espera lo mismo: tampoco ella resistirá la muerte de su amor (el niño), y también ella terminará quitándose la vida. Su tumba será ese lugar que parece llevar la tristeza de la muerte en sus apacibles lagos y sus sauces llorones...
Está bastante claro que esos niños están contaminados de algún modo por lo vivido junto a esa turbia pareja. Pero no poseídos por sus espíritus.
Para mí el pobre niño se muere de puro terror: yo me imagino con 10 años, solo en un caserón con una adulta supuestamente cuerda que de repente me sale con que un difunto está ahí, y me grita enloquecida que diga su nombre, y a mí me da algo. Vamos, es que me muero.
Creo que la identificación de Miss Giddens con la anterior institutriz la va a conducir hasta el mismo trágico final: Miss Jessel no pudo soportar la muerte de su amor crispado, y terminó en el fondo del lago. De la misma manera pienso que a Miss Giddens le espera lo mismo: tampoco ella resistirá la muerte de su amor (el niño), y también ella terminará quitándose la vida. Su tumba será ese lugar que parece llevar la tristeza de la muerte en sus apacibles lagos y sus sauces llorones...