Película con muchas pretensiones, quizá demasiadas, con aciertos y defectos a partes iguales. No sólo pretende la épica del western, sino arrancarle a la rudeza de la época una poética y un sentimentalismo que sin duda tuvo, pero que esta cinta no consigue transmitir en ningún momento.

La historia no tiene nada de novedoso, más bien, todo lo contrario: ya han contado lo mismo infinidad de westerns con anterioridad. En la trama están todos los tópicos de siempre, absolutamente todos y ninguna originalidad, salvo el enfoque de la balacera final, muy realista y bien orquestada que, no obstante, no logra salvar a Open Range de la más absoluta mediocridad.

En cuanto a los aciertos: el tono, la música, la fotografía, la ambientación y los escenarios naturales, espectaculares. En el otro lado de la balanza: la duración, le sobran más de treinta minutos; la lentitud y falta de ritmo, con algunos bandazos temporales que descolocan (hay una noche en claro que no está clara o dura más de 24 horas); también resulta muy estereotipado y muy forzado, casi ridículo, todo el tema amoroso entre KC y AB (estupenda, por cierto, en su papel de mujer desesperada a la que se le pasa el arroz); algunas heridas por bala que curan milagrosamente y, por último, el amor a los perros en un infierno en el que los hombres valen menos que los gramos de metal que los atraviesa, provoca cierto sonrojo el alegato animalista, cursi y sin sentido.