La película es un cuento, una fábula a mayor gloria del dicho clásico: “no hay perfección sin sacrificio”. La historia de Mathieu Malinski, un joven clase baja que encierra en lo más profundo de su ser el espíritu de la música. Con una familia sin recursos y unas compañías desaconsejables, Mathieu acaba detenido. Un profesor, director del Conservatorio Nacional Superior de Música de París que lo ha escuchado casualmente tocar en el Metro, queda prendado del muchacho. Las circunstancias quieren que el joven acabe en el tal Conservatorio, apadrinado por el director y recibiendo clases con la severa "Contesa", que le inculca las bondades de la disciplina y el trabajo duro. Paralelamente conocerá a Anna, mujer negra violonchelista de la que se enamorará.

Dirección correcta de Ludovic Bernard quien con un guión aceptable del propio Bernard junto a Johanne Bernard, logra una película que en su forma y en su fondo es un auténtico y entrañable cuento moderno en el cual todas las piezas acaban encajando más bien que mal, para concluir en una historia con mucho de música, algo de drama, pizca de amor y un final intenso y emocionante que concluye de manera feliz.

Es una película para gustar al gran público, pero que puede recordar otras historias y fábulas ya conocidas; nada nuevo, pues. El film es para un el espectador que busca un estado de confort, lo cual incluye cierto grado de firmeza espiritual y una dimensión de superación personal. Una película que se atiene a lo más convencional en el plano ético y que tiñe el corazón de un optimismo vital, de forma que nada turbe, nada espante ni moleste, que no haga pensar demasiado, excitarse menos y dudar casi nada. Y así, pasito a paso, con los potentes acordes de Serguéi J. Rachmáninovff, el metraje camina directo al final más ufano posible.

Los actores hacen trabajos aceptables, algunos más que otros. El joven Jules Benchetrit encarna de manera convincente al joven rebelde y prodigioso pianista salido de los suburbios parisinos. Estupendo el actor galo Lambert Wilson como director del conservatorio. Espléndida Kristin Scott Thomas como la profesora de piano. Bonita y resultona Karidja Touré, la novia negra del chico. Y un reparto correcto con André Marcon, Michel Jonasz y otros.

Es una película rodada con impecable corrección. Tiene diálogos llenos de tópicos y referencias a la naturaleza de la música plan levitación, como que tocar un concierto de Rachmáninoff tuviera que ser elevarse sobre la vida y flotar en el gaseoso mundo de las notas. Tiene de bueno que se ahorra la carga propia del melodrama, lo cual la hace más creíble, aunque la trayectoria del joven músico ande a caballo entre lo extraordinario y lo sorprendente. Pero el agradable tenor del film hace que el espectador condescienda y acepte el tono aleccionador de la historia, a pesar de evidente fantasía.