Cada uno de nosotros utiliza su propio sistema como vara de medir para analizar y puntuar series, películas, canciones etc.

En mi caso, especialmente con las series, hay un sistema que no me falla, y es la sensación que me queda los siguientes minutos tras vislumbrar los créditos del último capítulo. En contadas ocasiones, podría contar dos o tres hasta la fecha, he tenido una sensación de vacío interior. Inmenso al principio, se va rebajando después y vuelve puntualmente en forma de pequeños puñales para recordarte que ya no habrán más capítulos de esa serie que te ha dejado roto.

Es el caso de Los Soprano.

Una serie que discurre entre dos mundos: la mafia en toda su expresión y como un capo lidia todo ello con su propia familia. Mundos tan distintos pero a su vez tan relacionados.

Personalmente, en los Soprano, las escenas familiares me han conmovido más. Al fin y al cabo pelis y series sobre mafiosos tenemos a cascoporro, además de un nivel supremo (El Padrino, Uno de los nuestros, Casino etc), pero el lado más humano de estos personajes, al menos con tanto detalle y realismo, es mucho más difícil de ver.
Y para mi ese es uno de los grandes puntos de esta serie. La relación directa entre un mundo y el otro, como lo que ocurre en un lugar afecta irremediablemente en el otro, magistralmente conectado. Y todo ello sobre uno de los elementos sobre los que pivota las 6 temporadas, las visitas a la Dra. Melfi.

Me atrevo a decir, además sin dudarlo demasiado, que el papel de James Gandolfini como Tony Soprano es la mejor interpretación que he visto jamás. Devora el papel desde el minuto 1. Personaje que genera en el espectador una gran contradicción pues tienes mil y un motivos para odiarlo, y aún así, cuando sonríe, cuando hace un chascarrillo, muchas veces en modo infantil, casi como un crío, lo amas y sobre todo lo respetas. Pues dentro del caos que es la vida de este (y que muchas veces él mismo con su comportamiento genera), ves cierto patrón de justicia, ecuanimidad y hasta rasgos de buena persona.

No quiero olvidarme de las interpretaciones de Edie Falco, para mi a la altura de Gandolfini y de Michael Imperioli.

Y una debilidad que no puedo esconder, el papel de David Proval como Richie Aprile. Despierta auténtico pavor solo con la mirada, encarnando su papel a la perfección.