No es una comedia, es una farsa. Y mala. Ni siquiera he sonreído en toda una película en la que la palabra que más sale es “polla”. La vulgaridad por la vulgaridad.
Unos diálogos cutres, unas interpretaciones descontadas y una trama que roza la imbecilidad.
Y resulta que como media sale aquí un 6,4, que, en las categorías de FA, equivale a un casi notable. Y es notable, sí, por su cercanía a lo memo.
Pero a mucha gente le gustó, los que me confirma que los gustos de la masa (salvo en cuestiones de vida o muerte) suelen ser mediocres. ¡Cómo echo de menos las antiguas comedias españolas, las que hacía Berlanga o Fernán Gómez!
Lo de “te prequiero” es una cursilería como la copa de un olmo. Pero hoy ha vuelto de moda lo cursi conviviendo con la grosería de “te como la polla” y semejantes.
Lo único que me consoló fue ver Comillas y el paisaje cántabro.