Salvo error u omisión por mi parte, situación perfectamente lógica, es VÍCTOR O VICTORIA una de las primeras películas, si no la primera, en tratar el tema del transformismo. Y fue Blake Edwards, que acaso no hubiera llegado tan lejos sin la colaboración habitual del inefable Henry Mancini, el que se arrogó el encargo.
Son buenos los primeros minutos de Robert Preston en la película, que, oficial de inteligencia en la Segunda Guerra Mundial, de presencia ruda e imponente voz, choca verlo irradiando amaneramiento. John Rhys-Davies queda raro sin el bonete egipcio o tan lejos de la Tierra Media y Julie Andrews, de bella tesitura de soprano, será Mary Poppins para unos por los siglos de los siglos y, para otros, la froilan, institutriz y madre, de Sonrisas y lágrimas. James Gardner, en mi opinión, no encaja con la de la tesitura de soprano ni a fuerza de martillo pilón.
Solo en el empeño de ver "filmes" anteriores a la década de los noventa, que no son películas stricto sensu para las personas que me rodean, no quise terminar VICTOR O VICTORIA tras ser sorprendido en plena revisión por una de estas personas que menciono. Algo, esta inapetencia mía, que, confiriéndole una buena dosis de pericia a Edwards, algo de práctica a Julie Andrews y una magistratura a Henry Mancini, no habla muy bien de esta colorida historia de transformismo y de cucarachas.