'Gran Torino' pero mucho menor.

Mostrar debilidad o parecer tonto e inocente es una estrategia de defensa, y el protagonista aprende a manejarla para salir airoso.

Acepta la realidad y sus limitaciones, se ríe de ellas (claro que sabe que lo que necesita son enfermeras y no meretrices, pero él hace cine, comedia), llama a las cosas por su nombre. Si los negros son 'negritos', él es 'abuelo', 'viejo' y 'dinosaurio'. Es algo condescendiente y victimista consigo mismo (al fin y al cabo, es su película) pero me cae bien: "no necesito llegar a la vejez para carecer de filtro, nunca lo tuve", dice. Pero aquí no le vemos tan recio, duro y decidido como en sus películas de antaño, sino como un ser físicamente indefenso que disfruta mostrándose estrafalario porque es su única herramienta de supervivencia (aspira a que le vean como alguien entrañable) y ya no le queda otro placer que el de llamar la atención a costa de la incorrección política y de actuar y expresarse sin pedir permiso. Y no es poco: en una sociedad que cada vez te impone más barreras y prohibiciones, esa sensación de libertad (de la que solo parece que te van a permitir disfrutar cuando estés con un pie en el otro barrio) debe de ser la hostia.