Muy buenas interpretaciones, con Joaquín Climent, Unax Ugalde y Eduardo Marchi a la cabeza, sus líneas de diálogo rápidas y espontáneas parecen improvisadas, o mejor dicho vividas, y no un trabajo interpretativo, aunque servidor también celebra ver a Mariano Peña y a Damián Alcázar, que también deja sello de su calidad (me encantó cuando le explica cómo hay que jugar a las cartas al chico) aunque tiene roles que le permitieron lucirse más. Lo mismo se podría decir de Adriana Ozores, que sin desentonar, presenta un amplio catálogo de protagonismos más memorables en su extensa carrera en el cine español.

La historia da de sí, poderosa en su emotividad, construye un retrato de secretos que surgen entre relaciones de vínculo cercano. La premisa no obstante trata de lo de siempre, las dificultades que se presentan a la hora de gestionar las relaciones afectivas y la complicada tarea de lidiar con uno mismo y sus particulares problemas emocionales, que siempre acaban teniendo repercusión en el prójimo. Entretenida película, transcurre con fluidez y capta la atención al instante a base de sus diálogos. Quizás haya cierta tendencia a lo melodramático (que junto al tema de la familia se podría afirmar como la otra gran seña de identidad dentro de la filmografía de su autora), pero no abusa del histrionismo, de hecho me queda una construcción bastante natural (con un buen final y una reflexión bastante sabia), perfectamente una de sus obras más logradas hasta la fecha.