Si valorase las películas de otra manera a como las valoro, «El ataque del tiburón de tres cabezas» se llevaría, por toda la cara, un diez.

Un diez como comedia, como máxima expresión de películas friquis con simpatía, porque con esta película y lo mal hecha que está te ríes sí o sí. Para la historia ese momento de máximo riesgo en el que un joven de veinte años no tiene ni puñetera idea de cómo agarrar a una muchacha de cincuenta kilos de peso para que no se caiga por la barandilla de un barco y el tiburón se la coma. Mi homenaje para ti, Howard, que te has llevado el premio al novio más incompetente 2015.

Aunque, bueno, creo que en esta película, y otras parecidas, hay más gente que merece un homenaje. Mi reconocimiento para todos esos personajes que en un momento dado y aleatorio de la historia deciden sacrificarse por los demás en un acto de suprema valentía (o estupidez) y de los que el resto de sus compañeros no vuelven a acordarse en lo que queda de película. Yo sí me acuerdo de vosotros, chicos. Mi recuerdo también para esos personajes sin nombre y sin entidad, con expresión de anuncio de teletienda, que están en la trama para que la bestia o monstruo de turno los mate sin haber abierto la boca; es muy triste que nadie se entere de la muerte de esos adolescentes que sufren el ataque en la primera escena de película, porque al aparecer un hecho semejante pasa desapercibido en una sociedad como la nuestra, incluso para sus familias. Yo sí os tengo en mis pensamientos, amigos.

Risible y fundamentalmente entretenida. Disparatada.