Que digo yo que ya que te pones con todo el descaro y alevosía a copiar a Indiana Jones, no hace falta que me lo restriegues por las narices. No son necesarios los guiños ni es necesario que se le nombre siquiera. Lo digo por el bien de la película, que se verá seriamente resentida tras la comparación.

Trato de no hacerlo, pero aun sin comparar nada «Las aventuras de Tadeo Jones» es un poco bastante tonta. Me dirán que es infantil, pero yo no puedo aceptar que se trate a la infancia de la forma más ramplona del mundo y con una falta de imaginación sorprendente. Además, este Tadeo Jones repite el esquema archiconocido de tipo que no tiene ni idea de nada y todo lo solventa porque es el protagonista. Por qué narices no puede ser un arqueólogo. Por qué no puede ser un doctor, un maestro, un historiador, un becario, un ayudante del museo, un bibliotecario... ¡algo!, lo que sea, relacionado con su pasión; algo, en definitiva, que nos demuestre ese amor tan grande hacia la arqueología durante treinta años. Pero no. Este Tadeo ni siquiera es autodidacta, no sabe distinguir una botella de Coca-Cola de un hallazgo importante, no sabe nada de Mayas ni Aztecas, ni de nada de nada. A él se ve que solo le interesa la aventura, la fachada, la pose, la fantasía que se monta delante de las chicas. Vamos, esto es imperdonable.

Lo mejor es el maravilloso lorito, el verdadero crack de todo el grupo, que se comunica a través de carteles. Un personaje con personalidad, no como el resto. La historia avanza porque tiene que avanzar y encontraremos situaciones tan inteligentemente llevadas como ese momento en el que Sara se pone a descifrar el mapa gigante; atención a las pistas y cómo lo resuelve, pura chorra sin ningún sentido. Hilarante.

A mi esta propuesta española no me convence. Otra vez será.