Sencillamente antológica. ¿Qué tiene «Dos tontos muy tontos» para que sea tan desternillante y, al mismo tiempo, se la valore tan poquísimo? Ah, no sé, no sé qué será. Será que hay mucho pedante por ahí suelto; será que ya la gente no sabe reírse con ganas, será que no queda inteligente decir que una comedia con un título como este y con Jim Carrey peinado a lo tazón te encanta. Pues allá vosotros, chicos.

A mi me encanta. Y mira que el humor muy basto o cercano a lo vulgar no me llega, pero es que aquí Peter Farrelly, quizá porque se encontraba solo, demuestra que no es nada estúpido y construye una película divertida hasta decir basta, sin precipitarse en lo más evidente y alejado de los extremos escabrosos. No entiendo que muchos digan que es humor fácil. Hombre, yo no entiendo que sea tan fácil escribir un guión como este, donde todo encaja, donde la historia está excelentemente bien desarrollada, y repleto de ingenio y golpes de humor memorables. Puede que el secreto consista justo en eso: en que hay una gran naturalidad en las acciones y consecuencias, y que el humor no se esfuerza ni se añade de manera artificial, sino que fluye y nace con autenticidad.

Supongo que en el éxito también tiene mucho que ver el dúo protagonista, Lloyd y Harry, Daniels y Carrey, con quienes me río a pesar de sus crueldades, porque hay que reconocer que tienen mala leche, sobre todo Lloyd. Aún con todo, posiblemente las escenas más buenas sean de Lloyd; el momento reanimación o su despliegue de atractivo en la fiesta son graciosísimas, inolvidables.

Las comedias también pueden ser grandes obras. Esta es una de ellas. Disfrútala y no seas tonto.