Eddie Murphy no es que esté precisamente entre mis actores de comedia predilectos, pero a veces, sobre todo cuando deja de ser él mismo en sus personajes, consigue películas aceptables, entretenidas, que gusta ver.

«El príncipe de Zamunda» era una de esas pelis que echaban todos los fines de semana en uno de los cinco canales que había antes por televisión, así que pese al tiempo transcurrido se la recuerda con bastante nitidez. Un príncipe de un real reino del África negra decide viajar a los Estados Unidos para encontrar una esposa adecuada para él, aunque su concepto de «adecuado» se aleja un tanto de lo que sus padres los reyes creen que es, de ahí la prometida que le buscan para que se case con él como continuación de la tradición. Ahora bien, quiero incidir aquí en algo que me ha inquietado: ¿qué pasa con esta prometida que le han buscado a Akeem? Me refiero a que esta pobre señorita ha sido criada desde la cuna con unos valores y un comportamiento que la ha anulado como persona, pensando que era por su bien. Pues ni bien, ni reino, ni marido ni nada. Me gustaría saber qué es de esta mujer, puesto que merece un final tan feliz como el de sus protagonistas. ¿La echan del reino? ¿La entregan a otro galán? ¿Se queda ladrando por el resto de su vida?

Un restaurante imitación de McDonalds, un padre un poco usurero y una hermana algo fresca, un ex novio insoportable cargado de gomina, un sirviente no tan fiel ni tan abnegado, y un príncipe que desea amar y ser amado componen esta comedia romántica donde no te reirás a carcajadas, pero sí sonreirás constantemente. Ya es algo.