Pero si ya sabemos todos lo qué hubiera sido de esta historia si la llega a rodar Tarantino, no sé por qué tantos golpes de pecho por parte de muchos, imagino, admiradores de Quentin. Por si alguien sigue en la duda, se lo digo yo: hubiera hecho una película tremendamente vulgar y poco emocionante, plana y tirando a cutre, con ese aire de te-estoy-contando-una-frikada que parece transpirar todo lo que sale de las manos y la cabeza de Tarantino. Así pues, yo agradezco que el guión recayera en Tony Scott, que es un grande lo mires por donde lo mires.

El guión que firma Tarantino es, efectivamente, vulgar y muy maniático, eso es marca de la casa, lo que no quita que esté bien escrito y respete la coherencia en todo momento. Una curiosa, pero no fea, historia de amor y un enredo criminal donde mafiosos, traficantes de droga y policías se verán las caras entre Detroit y Los Ángeles. Sólo Scott podía convertir la violencia extrema y rojiza de Tarantino en algo real, visceralmente violento y aún más rojizo; porque Scott le da importancia y contundencia a esa agresividad del ser humano y a esas muertes tan despiadadas de los personajes, que caen y se desploman ensangrentados y entre plumas. Sólo Scott podía filmar el mundo más bajo del crimen desde la óptica personalísima e inimitable de un embellecedor constante de la realidad, convirtiendo lo sucio en hermoso, en emociones, en Cine.

Aunque la trama en sí no tiene nada de particular y los diálogos son simplemente divertidos, sin ninguna idea que enriquezca a los personajes y a la película, lo cierto es que nos quedan escenas para el recuerdo, además de un look noventero en su vertiente más hortera que ha dejado ya su impronta a cargo de la camisa hawaiana y roja de Slater, y las camisetas turquesas de Arquette. Precisamente Patricia Arquette y su Alabama protagonizan junto a Gandolfini una secuencia de infarto y entrañas en la boca que te deja cuajada; maravillosa. El Clarence de Christian Slater tendrá un encontronazo con un Gary Oldman más loco que nunca y Christopher Walken se comerá la pantalla en un momento dado mientras escucha a Dennis Hooper la historia oculta de los Sicilianos. Por sólo estas tres escenas «Amor a quemarropa» merece ya el aprobado. Puro Scott y puro talento. Magnífica, por cierto, dirección de actores.

Con otro desenlace más cruel, la película hubiera mejorado, pero quizá el tono entre la acción, el romance y la comedia no se lo permite. Sea como sea, atención al tiroteo en la línea del elegante exceso en una habitación de hotel en la recta final. Buena elección de temas para la banda sonora y, de paso, Elvis hasta resucita.

Este amor es a quemarropa, pero la película también. Descerrajada en pleno rostro. Sólo tú podía hacerlo, Scott.