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Jark Prongo rating:
8
6.7
184
Drama
An episodic look at a young man's life in Mexico's national highway patrol. We follow Pedro Rojas from cadet training and his rookie assignment in a northern border area, to his quick courtship, his taking of bribes ("la mordida"), and his slow exposure to drug smuggling. Rojas re-forms his idealism as youthful naivete gives way to an adult's complicated choices.
Language of the review:
- es
September 13, 2017
2 of 2 users found this review helpful
"THIS (extrayendo Repo Man de un estante del almacén de Criterion). Alex Cox. We all miss you. Please make more movies. Make more movies. We miss you."
Nicholas Winding Refn.
Muy lejos de la redención de la posterior Teniente Corrupto de Abel "Capillitas" Ferrara así como otras semejantes películas con un modelo de expiación de culpas que bebe de la fenomenal Pickpocket de Robert Bresson (esto es, personajes de vida disoluta con un día a día execrable moralmente que en un tercer acto expurgan su pasado con un último acto redentor, personajes tipo el Travis de Taxi Driver o el Ernest de God´s Lonely Man) Alex Cox logra con El Patrullero una obra mucho más interesante en el fondo y en la forma que la famosísima mierdaza de Ferrara. En el fondo porque aquí no se moraliza ni mucho menos la religión comporta una vía de salvación, una senda recta que permite redenciones in extremis: en esta película lo que mandan son las circunstancias, y la amoralidad más que una elección es una fuerza física con mayor empuje que la gravedad a la hora de acercar a los protagonistas a las acciones a las que se aproximan por aquello de ser más pobres que las ratas y carecer de otra opción. Y en la forma por la sencilla razón que se filma todo en un entorno fronterizo y yermo a plena solana cueceaxilas, nada que ver con el marco habitual de este tipo de historias: las zonas más putrefactas y sórdidas de las grandes ciudades, por lo general de noche.
Pedro Rojas es un pobre diablo igual de insignificante a la hora de saber imponer su voluntad que tenaz en su vocación de convertirse en policía. Lo logra, sí, pero su estampa al verle patrullar y ser toreado una vez tras otra recuerda casi más a Cantinflas a esa máquina de poner sanciones administrativas que le dicen desde instancias superiores ha de ser. Un hombre enjuto, nimio, apocado. Un tío que la primera mordida que se lleva es más por dejadez y no saber interrumpir a su interlocutor que por predisposición a los ingresos en B para redondear su nómina. Un pobre diablo que termina cojo, suspendido de empleo y sueldo un mes y con dos familias que alimentar. En cuanto a lo apocado de su persona es flipante la escena en la que primero se mama en un puticlub (que juraría es el mismo que el que sale en la excepcional Río Abajo de Jose Luis Borau, otro peliculón con aspectos similares en cuanto a lo de las corruptelas e inmigraciones ilegales), ha de ser la puta quien le arrastre escaleras arriba de cara a yacer y, ya en el desenlace de la secuencia (sin aclararse si follaron siquiera, que no sería extraño descartar la señorita le dejó durmiendo y le cobró la faena sin haberse dado tal), llegar borracho a casa con su suegro roncando que tiembla la casa, verle su mujer y correrle a leches y pescozones en un espectacular plano secuencia por toda la casa hasta que el otro le enseña el dinero de la mordida, que ahí ya su señora se calma. Una secuencia que no sabes si es drama o comedia porque tiene lo mismico de Cassavettes que de Benny Hill.
Nicholas Winding Refn.
Muy lejos de la redención de la posterior Teniente Corrupto de Abel "Capillitas" Ferrara así como otras semejantes películas con un modelo de expiación de culpas que bebe de la fenomenal Pickpocket de Robert Bresson (esto es, personajes de vida disoluta con un día a día execrable moralmente que en un tercer acto expurgan su pasado con un último acto redentor, personajes tipo el Travis de Taxi Driver o el Ernest de God´s Lonely Man) Alex Cox logra con El Patrullero una obra mucho más interesante en el fondo y en la forma que la famosísima mierdaza de Ferrara. En el fondo porque aquí no se moraliza ni mucho menos la religión comporta una vía de salvación, una senda recta que permite redenciones in extremis: en esta película lo que mandan son las circunstancias, y la amoralidad más que una elección es una fuerza física con mayor empuje que la gravedad a la hora de acercar a los protagonistas a las acciones a las que se aproximan por aquello de ser más pobres que las ratas y carecer de otra opción. Y en la forma por la sencilla razón que se filma todo en un entorno fronterizo y yermo a plena solana cueceaxilas, nada que ver con el marco habitual de este tipo de historias: las zonas más putrefactas y sórdidas de las grandes ciudades, por lo general de noche.
Pedro Rojas es un pobre diablo igual de insignificante a la hora de saber imponer su voluntad que tenaz en su vocación de convertirse en policía. Lo logra, sí, pero su estampa al verle patrullar y ser toreado una vez tras otra recuerda casi más a Cantinflas a esa máquina de poner sanciones administrativas que le dicen desde instancias superiores ha de ser. Un hombre enjuto, nimio, apocado. Un tío que la primera mordida que se lleva es más por dejadez y no saber interrumpir a su interlocutor que por predisposición a los ingresos en B para redondear su nómina. Un pobre diablo que termina cojo, suspendido de empleo y sueldo un mes y con dos familias que alimentar. En cuanto a lo apocado de su persona es flipante la escena en la que primero se mama en un puticlub (que juraría es el mismo que el que sale en la excepcional Río Abajo de Jose Luis Borau, otro peliculón con aspectos similares en cuanto a lo de las corruptelas e inmigraciones ilegales), ha de ser la puta quien le arrastre escaleras arriba de cara a yacer y, ya en el desenlace de la secuencia (sin aclararse si follaron siquiera, que no sería extraño descartar la señorita le dejó durmiendo y le cobró la faena sin haberse dado tal), llegar borracho a casa con su suegro roncando que tiembla la casa, verle su mujer y correrle a leches y pescozones en un espectacular plano secuencia por toda la casa hasta que el otro le enseña el dinero de la mordida, que ahí ya su señora se calma. Una secuencia que no sabes si es drama o comedia porque tiene lo mismico de Cassavettes que de Benny Hill.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Y otra secuencia de flipar es cuando muere el colega de Pedro: incapaz de llegar a tiempo en su auxilio porque primero la tartana de coche que tiene no arranca y después el motor peta se le sigue cámara al hombro corriendo a la máxima velocidad que le permite su cojera para tras mirar aquí y después allá encontrar acullá a su amigo con más heridas de balas en el cuerpo que comodidades los perros de Paris Hilton en su mansión para perros. El amigo balbucea un último estertor con la exquisita dicción que le permite el estar muriéndose y tener la garganta anegada de sangre y la cámara, casi inopinadamente, hace un paneo al cielo, como buscando una respuesta. Que no la hay.
Alex Cox, te echamos de menos.
Alex Cox, te echamos de menos.