Pastillas. Las aventuras del barón de Munchausen. La cucaña.
Comedia de un realismo marciano español, sí, ese costumbrismo patrio que protagonizan seres que parecen salidos de un anuncio de miel o son hijos de sindicalistas con todos los gastos pagados, me explico, que tienen alma, dinero y posesiones de sobra, lo suficiente de todo para andar perdiendo el tiempo, tan valioso como el oro, con infinitas chorradas, ya sabéis, eso del amor, la amistad, la prostitución y la locura.
Todo es falso y estúpido, pero hay que reconocer que, dentro de ese marco o contexto, con esas reglas marcadas, está muy bien escrita, interpretada y contada, hay trabajo, esfuerzo y esmero, nos dan un producto bien hecho; grotesco, correcto.
Imitación a la vida si a esta le quitaras toda impureza o verdad y la dejaras limpia y vacía, para ser expuesta o mostrada. Las penas son de plástico, los quebrantos, de hojalata, las alegrías, de risa; filfa, baba, quina.
Ellos dos son muy guapos, Quim e Inma, da gusto verlos, y Raúl Arévalo tiene gracia y de la Torre es un actor inteligente, pero Clara Lago es muy sosa y Lastra está lamentable con un personaje imposible.
Chirrían, repelen muchas situaciones y personajes, la trama absurda del borracho padre y la hija puta, por ejemplo, inverosímil sería un eufemismo, el hijo dudoso, la novia que vuelve, previa llamada ridícula de Inma, y su historia india, todas las escenas del tuerto, en verdad casi todo; lo mejor son sus diálogos, no todos, y los actores, algunos, y lo de las películas, muy bueno.
A partes iguales; atracción y repulsión, disfrute y espanto, rechazo y a pesar de todo te quiero un poco, no te emociones, tampoco tanto.