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Ferdydurke rating:
5
6.4
402
Documentary
In 1971, after being rejected by Hollywood, Bruce Lee returned to his parents’ homeland of Hong Kong to complete four iconic films. Charting his struggles between two worlds, this portrait explores questions of identity and representation through the use of rare archival, interviews with loved ones and Bruce’s own writings.
Language of the review:
- es
March 9, 2021
3 of 3 users found this review helpful
Algo especial. Nuréyev. Nostalgia del sufrimiento, la dulzura del dolor cuando actúa el recuerdo. Desapego.
Teniendo en cuenta lo absurdo de su prematura e inesperada muerte, a los treinta y dos y no se sabe muy bien el porqué (si hacemos caso al testimonio del gran Chuck Norris, nos hace pensar en una lesión temprana en la columna que casi le deja sin andar y que se produjo por levantar demasiado peso para su constitución en algún entrenamiento muy exigente, por lo que a partir de ahí se tuvo mucho que medicar, para superar los dolores y relajar los músculos de la espalda -tal vez salió del hospital antes de lo debido, las malditas prisas, lo que confirmaría que él precisamente no era agua, como predicaba Lao-Tse, sino fuego en el que se consumió a sí mismo, se quemó a lo bonzo, calcinado por su fuerte personalidad, y no supo ni él cómo, o no, tal vez todo fue solo un triste accidente, el azar como única ley, no tenemos ningún control sobre la realidad, decir lo contrario significa vender humo, paparruchas, estrella fugaz de voluntad pertinaz y un poco ciega, o consejos vendo que para mí no tengo ya que cualquier afirmación a través del lenguaje o fórmula reducida de sabiduría, palabras que encierran una enseñanza definitiva, corre siempre el muy serio peligro de ser desmentida o ridiculizada por la terca realidad que tiene la fea costumbre de reírse de todas nuestras convicciones y certezas, de nuestras creencias o costumbres más arraigadas-, a lo que hay que sumar el fuerte dolor de cabeza que sintió previo a la muerte y el medicamento que le dio una actriz con la que estaba rodando para aliviarlo, la mezcla o contacto de tanta química, de los abundantes medicamentos antiguos que ya consumía con este nuevo, se ve que produjo una mala reacción y zas, de repente murió, se acabó la historia, aquí paz y después gloria, esa es su versión, pero claro, hay muchas otras, a cual más delirante) y si además pensamos que la clave de su éxito estaba basada en su capacidad física, en su fortaleza y exuberante salud, pareciera que no tiene mucho sentido mantener su mito o aura de gurú/místico que filosofa sobre los misterios de la vida y el buen vivir, que conoce el secreto del éxito y la plenitud, sino que más bien sería mucho mejor tirar para otro lado, tal vez por el contrario, por ejemplo, por el de tratar de humanizarlo y bajarlo de ese pedestal tan incómodo y solitario, de entenderlo, de palparlo, de retratarlo o clarificarlo en su desmedida ambición, en su escisión (ni oriental ni occidental del todo, cuarto y mitad de los dos, de esencia china en la disciplina y la austeridad y la determinación y en las raíces familiares, y de alma o anhelo norteamericano en cuanto al gusto por los focos y los aplausos, por el triunfo más público, no tanto privado, por el show y el espectáculo, de hecho, se pudo haber conformado con el negocio de los gimnasios que le iba bien, por impartir sus enseñanzas en espacios y grupos reducidos, sin hacer concesiones, de manera más humilde y concienzuda, pero no, tal vez pesó mucho la influencia paterna), en su posible parte oscura o más macarra, en su yo verdadero si existiese algo de eso, o hasta en su humor, ese siempre perro verde o gran desconocido, no apto para todos los públicos.
Teniendo en cuenta lo absurdo de su prematura e inesperada muerte, a los treinta y dos y no se sabe muy bien el porqué (si hacemos caso al testimonio del gran Chuck Norris, nos hace pensar en una lesión temprana en la columna que casi le deja sin andar y que se produjo por levantar demasiado peso para su constitución en algún entrenamiento muy exigente, por lo que a partir de ahí se tuvo mucho que medicar, para superar los dolores y relajar los músculos de la espalda -tal vez salió del hospital antes de lo debido, las malditas prisas, lo que confirmaría que él precisamente no era agua, como predicaba Lao-Tse, sino fuego en el que se consumió a sí mismo, se quemó a lo bonzo, calcinado por su fuerte personalidad, y no supo ni él cómo, o no, tal vez todo fue solo un triste accidente, el azar como única ley, no tenemos ningún control sobre la realidad, decir lo contrario significa vender humo, paparruchas, estrella fugaz de voluntad pertinaz y un poco ciega, o consejos vendo que para mí no tengo ya que cualquier afirmación a través del lenguaje o fórmula reducida de sabiduría, palabras que encierran una enseñanza definitiva, corre siempre el muy serio peligro de ser desmentida o ridiculizada por la terca realidad que tiene la fea costumbre de reírse de todas nuestras convicciones y certezas, de nuestras creencias o costumbres más arraigadas-, a lo que hay que sumar el fuerte dolor de cabeza que sintió previo a la muerte y el medicamento que le dio una actriz con la que estaba rodando para aliviarlo, la mezcla o contacto de tanta química, de los abundantes medicamentos antiguos que ya consumía con este nuevo, se ve que produjo una mala reacción y zas, de repente murió, se acabó la historia, aquí paz y después gloria, esa es su versión, pero claro, hay muchas otras, a cual más delirante) y si además pensamos que la clave de su éxito estaba basada en su capacidad física, en su fortaleza y exuberante salud, pareciera que no tiene mucho sentido mantener su mito o aura de gurú/místico que filosofa sobre los misterios de la vida y el buen vivir, que conoce el secreto del éxito y la plenitud, sino que más bien sería mucho mejor tirar para otro lado, tal vez por el contrario, por ejemplo, por el de tratar de humanizarlo y bajarlo de ese pedestal tan incómodo y solitario, de entenderlo, de palparlo, de retratarlo o clarificarlo en su desmedida ambición, en su escisión (ni oriental ni occidental del todo, cuarto y mitad de los dos, de esencia china en la disciplina y la austeridad y la determinación y en las raíces familiares, y de alma o anhelo norteamericano en cuanto al gusto por los focos y los aplausos, por el triunfo más público, no tanto privado, por el show y el espectáculo, de hecho, se pudo haber conformado con el negocio de los gimnasios que le iba bien, por impartir sus enseñanzas en espacios y grupos reducidos, sin hacer concesiones, de manera más humilde y concienzuda, pero no, tal vez pesó mucho la influencia paterna), en su posible parte oscura o más macarra, en su yo verdadero si existiese algo de eso, o hasta en su humor, ese siempre perro verde o gran desconocido, no apto para todos los públicos.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Pues no. Otro santo mártir para la causa humana, y me temo que necesitamos menos ejemplos morales y más personas que parezcan reales, de carne y hueso, de toma pan y moja. En este caso se centran más en el asunto de la raza, la asiática, maltratada desde hace tanto en las américas, sitúan su comienzo en la construcción del ferrocarril en los USA a finales del diecinueve; la figura del oriental como un ser sumiso, callado y servicial, sin verdadera identidad o entidad, a lo que hay que añadir el espantoso momento que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando metieron a los asiáticos en los llamados campos de reubicación, eufemismo de concentración, decisión amparada y pergeñada por la sacrosanta democracia estadounidense, y hasta en el propio Hong Kong, su verdadera patria, su lugar de infancia y de adolescencia, de donde eran sus padres, su origen verdadero aunque hubiese nacido en San Francisco nada menos, ya que sus padres estaban de gira por los USA, sufrían discriminación los chinos, invadidos por tantos, desde los japoneses (ahí la cuestión racial nada tendría que ver, obviamente) hasta los británicos. Todo lo cual no está mal, hablar de la cosa racista, pero es insuficiente.
De su familia, más allá de que parece que vivían del mundo del espectáculo (mira, ahí no hay casualidad, de tal palo tal astilla), poco más nos dicen, de él un poco más, pero de la parte más superficial, que de crío fue una pequeña estrella de cine, que después fue un golfo callejero, que su padre lo mandó a los USA cuando tenía dieciocho años para que allí se curtiera o hiciera un hombre y así fue, se casó con una mujer blanca con la que tuvo dos hijos (uno de ellos, Brandon Lee, muerto mientras rodaba una película, "El cuervo" concretamente, por un lamentable accidente al dispararle en una escena unas balas de fogueo que al final con las reales se confundieron, error o negligencia al parecer provocados por el afán de ahorrar dinero, siempre el más sospechoso, un lío engorroso, tenía veintiocho años cuando pasó todo esto) y lo intentó en Hollywood con escaso éxito (esa anécdota grotesca que nos dice que le dieron el papel a David Carradine en la serie "Kung Fu" cuando parece que el proyecto era de o estaba pensado para Bruce Lee ya que no se fiaban del cutre gusto de buena parte del público americano), el que sí tuvo con las estrellas del cine o alguna del deporte (Kareen Abdul Jabbar nada menos, por ejemplo) que se convirtieron en sus alumnos quizás más por moda o esnobismo que otra cosa, esos famosos y sus banales y pasajeros caprichos. El caso es que volvió a Hong Kong decepcionado (dicen que sentía asco e ira por todo ello, tanto fracaso, pero él en una entrevista dice todo lo contrario, que lo entendía perfectamente, que era normal que no se fiaran de un extranjero y mucho menos de la respuesta de la audiencia, que suele ser reacia a lo novedoso o más foráneo, que en Hong Kong hubieran hecho lo mismo con uno de fuera, que él mismo hubiese actuado así si hubiera tenido el poder o la última decisión, por lo que ¿Bruce Lee era un hipócrita o miente la gente de su alrededor?), donde triunfó (hizo cuatro exitosas películas en las que demostró todo su gran talento cinematográfico, su velocidad, fuerza, inteligencia y belleza cinética), por lo que fue rescatado por la Warner Bros, con la que hizo su última película, Operación Dragón, que se estrenó muy poco después de que él muriera.
El mejor momento es el último, cuando se pone cara vieja, se las echaba de menos durante la película, a los nombres de antaño que fueron las voces o coro de esta narración, es hasta emocionante, más, mucho me temo, que el un poco insulso resto.
De su familia, más allá de que parece que vivían del mundo del espectáculo (mira, ahí no hay casualidad, de tal palo tal astilla), poco más nos dicen, de él un poco más, pero de la parte más superficial, que de crío fue una pequeña estrella de cine, que después fue un golfo callejero, que su padre lo mandó a los USA cuando tenía dieciocho años para que allí se curtiera o hiciera un hombre y así fue, se casó con una mujer blanca con la que tuvo dos hijos (uno de ellos, Brandon Lee, muerto mientras rodaba una película, "El cuervo" concretamente, por un lamentable accidente al dispararle en una escena unas balas de fogueo que al final con las reales se confundieron, error o negligencia al parecer provocados por el afán de ahorrar dinero, siempre el más sospechoso, un lío engorroso, tenía veintiocho años cuando pasó todo esto) y lo intentó en Hollywood con escaso éxito (esa anécdota grotesca que nos dice que le dieron el papel a David Carradine en la serie "Kung Fu" cuando parece que el proyecto era de o estaba pensado para Bruce Lee ya que no se fiaban del cutre gusto de buena parte del público americano), el que sí tuvo con las estrellas del cine o alguna del deporte (Kareen Abdul Jabbar nada menos, por ejemplo) que se convirtieron en sus alumnos quizás más por moda o esnobismo que otra cosa, esos famosos y sus banales y pasajeros caprichos. El caso es que volvió a Hong Kong decepcionado (dicen que sentía asco e ira por todo ello, tanto fracaso, pero él en una entrevista dice todo lo contrario, que lo entendía perfectamente, que era normal que no se fiaran de un extranjero y mucho menos de la respuesta de la audiencia, que suele ser reacia a lo novedoso o más foráneo, que en Hong Kong hubieran hecho lo mismo con uno de fuera, que él mismo hubiese actuado así si hubiera tenido el poder o la última decisión, por lo que ¿Bruce Lee era un hipócrita o miente la gente de su alrededor?), donde triunfó (hizo cuatro exitosas películas en las que demostró todo su gran talento cinematográfico, su velocidad, fuerza, inteligencia y belleza cinética), por lo que fue rescatado por la Warner Bros, con la que hizo su última película, Operación Dragón, que se estrenó muy poco después de que él muriera.
El mejor momento es el último, cuando se pone cara vieja, se las echaba de menos durante la película, a los nombres de antaño que fueron las voces o coro de esta narración, es hasta emocionante, más, mucho me temo, que el un poco insulso resto.