En el 2010 Camille Jourdy despuntó en el mundo del cómic francés con la trilogía sobre una solitaria mujer, “Rosalie Blum” y su entorno en un pequeña localidad francesa. “Gente ordinaria” según palabras de su autora, gente común y corriente que como todos albergan historias, frustraciones y anhelos vitales a los que Jourdy da voz y saca del anonimato. Recibió el premio al autor revelación en el Salón del Cómic de Angoulema.

Julien Rappaneu, uno de los hijos de Jean-Paul Rappaneu director de la esplendida versión sobre Cirano de Bergerac en 1990, ha trasladado a la pantalla la trilogía de Jourdy esforzándose con mayor o menor acierto por captar la atmósfera provinciana en que se desenvuelven los personajes y el misterio que siempre suscitan en aquellos que los observamos y nos hacemos cábalas para catalogarlos y etiquetarlos según nuestros propios códigos de conducta y neuras. Por un lado para romper nuestra propia monotonía y por otro porque los “versos sueltos” generan normalmente una envida malsana en aquellos que tienen la vida programada como dios manda.

Tres vidas que se entrecruzan en sus caminos errantes y que acaban por encontrar su propia dirección vital. Personajes entresacados del entorno real de la propia autora sobre los que el director mantiene esa mirada curiosa, cariñosa, comprensiva, teñida de melancólica, no exenta de humor reflejado en los otros personajes que los acompañan.
No siempre es capaz Rappaneu de mantener el ritmo y la tensión y sobre todo carece del colorido y el trazo personal del dibujo de Jourdy que es baza indispensable para redondear el conjunto. Los personajes de carne hueso, bien interpretados, pierden así parte de su encanto. Con todo y con ello la propuesta se hace querer y nos regala momentos emotivos.

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