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Hartmann rating:
8
Drama Russian master Alexander Sokurov has tapped into the very flow of history itself for this flabbergasting film. Thanks to the miracles of digital video, Sokurov (and cinematographer Tilman Buttner) uses a single, unbroken, 90-minute shot to wind his way through the Hermitage in St. Petersburg--the repository of Russian art and the former home to royalty. Gliding through time, we glimpse Catherine II, modern-day museumgoers, and the ... [+]
Language of the review:
  • es
September 12, 2007
117 of 124 users found this review helpful
Una apuesta tan extremadamente arriesgada como la que supone "El arca rusa" no puede dejar indiferente a nadie y por fuerza provoca reacciones en su mayoría extremas (y conste que ambos extremos tienen sus buenas razones). Ante una obra así resulta difícil mantenerse en un término medio.

Plantear un repaso a la historia de Rusia en algo más de hora y media suena a provocación, añadir que se va a hacer en un sólo plano suena a arrogancia, rematar con que el plano va a recorrer docenas de salas de un museo pobladas por más de ochocientos extras... eso ya suena a demencia.

Efectivamente, esta locura de Sokurov tiene en sus mayores virtudes su mayor defecto. Decir que es técnicamente perfecta es quedarse corto: es absolutamente impresionante. En comparación, "La soga", del genial Hitchkock, queda como un entremés. Uno se queda atrapado por la belleza de sus imágenes, pendiente de la siguiente pirueta de su director, sabiendo que cada minuto que pasa, que cada habitación que recorre, incrementa paulatinamente la dificultad de este más difícil todavía, en un crescendo que ahuyenta cualquier atisbo de hastío (conocemos el desenlace, por supuesto: si el plano hubiera fallado la cinta no hubiera llegado a estrenarse). Y al final, tras la multitudinaria escena del vals y la despedida de los asistentes, uno sólo puede descubrirse, ante Sokurov y ante el Hermitage.

Pero semejante apuesta tiene un alto precio: encorsetada por su planteamiento formal, la obra tiene como único hilo conductor el diálogo entre su protagonista y el diplomático europeo que le acompaña en un fantasmal deambular. El trayecto marca un ritmo, pero el argumento aparece borroso, apoyado además en un discurso irregular y de escasa coherencia que se ve lastrado por algún tiempo muerto en el paso de un salón al siguiente. El que la narración no siga un orden cronológico no pone las cosas más fáciles, y es evidente que Sokurov pensó en su público, pero no en el occidental. Seamos francos, el español medio es hijo del Tío Sam y sabe perfectamente qué le pasó a Custer en Little Big Horn, quiénes son The Doors o a qué jugaba Michael Jordan. Hablemos de Glinka o Pedro el Grande y ya tendremos el despiste garantizado y una trama hermética. A pesar de todo ello, suscribo las tesis defendidas por el cineasta ruso (v. spoiler), pero no se puede por menos que lamentar que no haya mayor unidad y claridad en la exposición; si la hubiera tenido, entonces sí, “El arca rusa” hubiera sido la película más destacable del último lustro, no un hermoso pseudo-documental, y ahí arriba lucirían diez estrellas.

En resumen, si es un entusiasta del cine convencional o del de palomitas, huya ya mismo. Si le entusiasman el arte clásico y barroco, o la historia de Rusia, o el cine experimental, o simplemente la demencia, (a mí las dos primeras cosas sí, las otras rara vez), entonces adelante, cruce el umbral del museo y disfrute del tesoro estético que supone este fascinante viaje.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Hartmann
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