A sus 84 años, Sidney Lumet está considerado como uno de los últimos clásicos de Hollywood, gracias a títulos como Larga jornada hacia la noche, Tarde de perros o Network. Así se lo demostró la Academia de las Artes y las Ciencias en 2004 al entregarle el Oscar Honorífico a toda una carrera. Sidney Lumet forma parte de un selecto grupo de directores, que a pesar de su avanzada edad, siguen ofreciendo una capacidad artística y creativa asombrosa. En este sentido, 2007 fue un año muy especial, ya que Eric Rohmer, a sus 88 años, estrenó El romance de Astrea y Celadon y Alan resnais, con 86, presentó Asuntos privados en lugares públicos. Últimos legados artísticos de una generación que poco a poco se va desvaneciendo, como pudimos constatar con la triste perdida de los maestros Antonioni y Bergman en el pasado verano.

Si ya en su anterior trabajo, Declaradme culpable, Lumet demostraba una vitalidad e ingenio importante, Antes de que el diablo sepa que has muerto es la constatación total de que su creatividad sigue intacta. Lejos de ofrecer una historia de la vieja escuela, la cinta ofrece una narración dividida en varios episodios y perspectivas. Como si de Pulp Fictión o Reservoir Dogs se tratase, la historia avanza y retrocede, creando un puzzle narrativo que sólo al final tendrá sentido.

Desde este punto, no sería tendencioso afirmar que Antes de que el diablo sepa que has muerto fue una de las mejores películas estrenadas en 2007, en cuanto a construcción de personajes y lógica interna se refiere. Todo encaja a la perfección en una trama que por momentos llega a un gran nivel de sofisticación. En este apartado destaca el debutante Kelly Materson que elabora un guión, casi perfecto, sobre el que Sidney Lumet sabe crear una eficaz puesta en escena. Mención especial merece el trabajo de Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke y Albert Finney, que logran darle a la película la calidad y dramatismo que requiere.

Antes de que el Diablo sepa que has muerto es una cinta ruda y violenta, en la que asistimos a la desintegración moral de una familia. Infidelidad, drogas, odio hacia al padre, son muchos los asuntos que el espectador debe contemplar, y que en ocasiones pueden llegar ser asfixiantes. No obstante, la cinta no es perfecta, y si bien la descripción de personajes y lógica interna roza la maestría, no se puede decir lo mismo de la historia en su conjunto, que se resiente de la continua repetición.

¿Será esta su retirada del mundo del cine? Lo cierto es, que a sus 84 años, el director de Doce hombres sin piedad parece tener capacidad para contarnos muchas historias más. En esta ocasión, construye una buena película en la que se reflexiona sobre como las casualidades de la fortuna pueden sacar al monstruo que llevamos dentro. “Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y yo no me encuentro muy bien”, podría ser la frase final de esta película, en la que los hombres también parecen muertos.