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8
7.7
2,796
Drama
An American woman (Ingrid Bergman) relocates to post-war Rome to deal with her misgivings after the death of her son.
Language of the review:
- es
February 8, 2010
23 of 25 users found this review helpful
Hay muchos tipos de soledad, sin duda. Pero soy de los que creo firmemente que existe una manifestación de este sentimiento que supera en desamparo y en tristeza a todas las demás. Y no, no es la soledad del corredor de fondo. Es la soledad del incomprendido. Ése que se embarca en una cruzada justa y solidaria pero que no es entendido en ningún momento, ni por los individuos que le rodean ni por la sociedad en la que vive. Los casos a lo largo de la historia han sido numerosos y sonados. Ahí están personajes como Sócrates, Galileo o Vicente Ferrer. Hombres en su tiempo ninguneados y que padecieron una soledad terrible, la peor de ellas.
Pues este es el tema principal alrededor del cual gira este espléndido film de Rossellini. Además, vuelve a adelantarse nuevamente a su época para reflejar una situación que sigue estando presente en nuestros días. Sino coja usted y váyase a pasar unas noches con la gente que duerme en la calle o dé sus poquitos ahorros a alguien que verdaderamente lo necesite. Seguramente, desde su madre hasta el último de sus conocidos, lo tildarán de loco en vez de héroe. Pues esto le pasa a Irene Girard (Ingrid Bergman), una mujer de buena posición, golpeada durísimamente por la vida y que encuentra en ayudar a la gente más necesitada redención y alivio a sus miserias como persona.
Y es allí, entre la verdadera realidad de la pobreza y de la marginalidad humana, donde experimentará sensaciones que la harán recuperar su integridad personal aunque el precio que va a pagar es alto, muy alto. Será repudiada consecutivamente por todo aquello que se acercó a ella para servirle de sostén: su familia, sus amigos, el capitalismo, el comunismo, la Iglesia…la abandonarán en pos de conservar una forma de vida que, como ellos mismos dicen, “han de proteger a toda costa”. La bofetada sin mano de Roberto a todos “estos” es ejemplar y merecida. Malditos ellos, con sus intereses y sus ideales pero siempre lejos del verdadero amor al prójimo. Sin embargo, Irene se entregará sin ninguna vacilación a esta causa y servirá de ejemplo a un espectador al que Rossellini obliga a tomar conciencia. Vale esta cinta más que un millón de religiones y de ideologías juntas.
Lo demás es una cámara enamorada locamente de una Bergman guapísima y un director comprometido con su sociedad y con las que vendrían después, como la nuestra. Porque “Europa 51” continua el espíritu de todas sus anteriores obras maestras; tiene algo de “Alemania, Anno Zero”, también de “Stromboli” o de “Francesco, Giullare de Dio”. Películas que se ensamblan unas con otras para dar forma a un legado humanista que no ha tenido igual en la historia del cine. Y es que ya lo dijo Bertolucci: “No podemos vivir sin Rosselllini, Fabrizio”. Y digo yo que es verdad; que una vez conocido y asimilado nuestra vida no sería la misma sin su cine. ¿Alguno da más?
Pues este es el tema principal alrededor del cual gira este espléndido film de Rossellini. Además, vuelve a adelantarse nuevamente a su época para reflejar una situación que sigue estando presente en nuestros días. Sino coja usted y váyase a pasar unas noches con la gente que duerme en la calle o dé sus poquitos ahorros a alguien que verdaderamente lo necesite. Seguramente, desde su madre hasta el último de sus conocidos, lo tildarán de loco en vez de héroe. Pues esto le pasa a Irene Girard (Ingrid Bergman), una mujer de buena posición, golpeada durísimamente por la vida y que encuentra en ayudar a la gente más necesitada redención y alivio a sus miserias como persona.
Y es allí, entre la verdadera realidad de la pobreza y de la marginalidad humana, donde experimentará sensaciones que la harán recuperar su integridad personal aunque el precio que va a pagar es alto, muy alto. Será repudiada consecutivamente por todo aquello que se acercó a ella para servirle de sostén: su familia, sus amigos, el capitalismo, el comunismo, la Iglesia…la abandonarán en pos de conservar una forma de vida que, como ellos mismos dicen, “han de proteger a toda costa”. La bofetada sin mano de Roberto a todos “estos” es ejemplar y merecida. Malditos ellos, con sus intereses y sus ideales pero siempre lejos del verdadero amor al prójimo. Sin embargo, Irene se entregará sin ninguna vacilación a esta causa y servirá de ejemplo a un espectador al que Rossellini obliga a tomar conciencia. Vale esta cinta más que un millón de religiones y de ideologías juntas.
Lo demás es una cámara enamorada locamente de una Bergman guapísima y un director comprometido con su sociedad y con las que vendrían después, como la nuestra. Porque “Europa 51” continua el espíritu de todas sus anteriores obras maestras; tiene algo de “Alemania, Anno Zero”, también de “Stromboli” o de “Francesco, Giullare de Dio”. Películas que se ensamblan unas con otras para dar forma a un legado humanista que no ha tenido igual en la historia del cine. Y es que ya lo dijo Bertolucci: “No podemos vivir sin Rosselllini, Fabrizio”. Y digo yo que es verdad; que una vez conocido y asimilado nuestra vida no sería la misma sin su cine. ¿Alguno da más?
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Mi escena favorita:
cuando Irene y George se reencuentran en el hospital mientras su hijo Michele parece recuperado. Entonces hablan angustiados sobre el porqué de esa penosa situación que ha desembocado en el intento de suicidio de Michele. Irene dice entonces: "Tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, George". En ese momento aparece la enfermera y anuncia la muerte de Michele. Otra vez, de nuevo, Irene y George, la sociedad, llegan tarde. Otro niño se ha perdido. Y esta vez no es víctima del nazismo, como Edmund ("Germannia, Anno Zero"), sino víctima de nuestro mundo occidental. Terrible Roberto. Fantástico.
cuando Irene y George se reencuentran en el hospital mientras su hijo Michele parece recuperado. Entonces hablan angustiados sobre el porqué de esa penosa situación que ha desembocado en el intento de suicidio de Michele. Irene dice entonces: "Tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, George". En ese momento aparece la enfermera y anuncia la muerte de Michele. Otra vez, de nuevo, Irene y George, la sociedad, llegan tarde. Otro niño se ha perdido. Y esta vez no es víctima del nazismo, como Edmund ("Germannia, Anno Zero"), sino víctima de nuestro mundo occidental. Terrible Roberto. Fantástico.