Me he tirado toda la peli diciéndome "joder, qué pena...". No dejaba de pensarlo. Lo pensaba con cada escena construída con buen gusto, lo pensaba con cada detalle de la acertada ambientación noventera, lo pensaba con cada gran momento de los niños tan bien elegidos por la directora de casting... Y es que esta película lo tiene todo, absolutamente todo, para ser una gozada cinematográfica, todo excepto un buen guión.

Esa es la pena, tanto talento, tantas virtudes, tantos aciertos, para estar al servicio de un guión tan insustancial. Y, ojo, que encima no está mal escrito, de hecho, esta muy bien escrito y demuestra que Paco Plaza sabe mejor que la mayoría cómo narrar en el medio audiovisual. El problema es que cuenta una gilipollez basándose en gilipolleces, es una peli de terror que no me inspira inquietud porque se basa en cosas que no pueden resultar inquietantes salvo para el consumidor habitual de Cuarto Milenio. Me lo sigo repitiendo: "joder, qué pena...".

Me he informado del caso real en el que se basa la peli y hay muchas diferencias. Creo que en la realidad tenían mejor historia. La realidad es menos fantasiosa y demuestra cómo el poder de la sugestión (por parte de una madre que, al contrario que en la peli, estaba bastante tocada del ala) puede ser trágico. Haberse centrado en el personaje de una madre desequilibrada que transfiere un drama a la familia en lugar de centrarse en la chica que encadena escenas de ver objetos moviéndose no se si les habría sido suficiente para conseguir una gran película pero si algo mejor que la enésima Poltergeist, que cuando se estrenó hace 40 años tuvo su gracia pero que cuatro décadas y cientos de imitaciones después ya sabe a poco.