Abel Vargas (Gérald Laroche), un peligroso criminal es liberado por un comando fuertemente armado cuando era trasladado a la corte para ser juzgado, que tras asesinar a las mayorías de la escolta y dejar malheridos al resto lo saca del lugar en un todo terreno Mitsubishi.
Vincent Drieu (Richard Berry ), un duro, misterioso e hierático comisario de policía es trasladado a una comisaria piojosa sita a las afueras de Marsella, en un peligroso distrito (que bien pudiera ser uno de esos “benliues” de inmigrantes y franceses descendientes de los mismos que conocemos por las noticias), poblada por desencantados y poco motivados agentes, en cuya jurisdicción ha sido encontrado el Mitsubishi empleado en la fuga.
A pesar de contar con una serie de elementos que hubieran dado para un buen thriller, a saber: áridos y desasosegantes paisajes urbanos, policías corruptos y desencantados, tipos duros y peligrosos y Richard Berry como estrella de la función, la película no acaba de cuajar, ya que aunque contiene momentos verdaderamente poderosos (el método empleado por Drieu para salir indemne cuando estaba rodeado por facinerosos armados hasta los dientes y dispuestos a apretar el gatillo y el momento “Asalto a la comisaría del distrito 13”), estos son los menos, siendo la tendencia situaciones pueriles (por lo inverosímil), con aroma a película de Van Damme o Chuck Norris, (ridículas machadas atléticas del cuasi sexagenario inspector Drieu, que más que de tipo duro, son de “seis pesetas”), que la alejan bastante de ser una buena película, pero que una vez entras en el juego y la sitúas en su nicho, te hace pasar un rato entretenido.