Un idílico balneario de los Alpes suizos es frecuentado por muchos hombres y mujeres en edad madura para recibir sus milagrosos tratamientos. Hasta allí acude un joven trabajador de una importante empresa para encontrar y traer de vuelta a la civilización a un poderoso ejecutivo de la compañía para que esté presente y de su consentimiento ante la inminente gran operación que están a punto de cerrar y que hará multimillonarios a todos.

El prestigioso realizador Gore Verbinski, director de la ganadora en 2011 del Oscar de animación Rango, y tras su último batacazo con El Llanero Solitario, vuelve a escena con una muy interesante cinta oscura de thriller psicológico, muy en la línea, en tono y forma, de la obra maestra Shutter Island (asombroso el parecido con Leo Di Caprio del protagonista Dane DeHaan). Es una película que destaca por sus múltiples perspectivas, por su argumento maquiavélico y por escarbar en lo más profundo y terrible del ser humano: caer enfermo sin saber el motivo del mal ni su cura. Pero llega un punto que la cinta se pega un tiro en los pies y va degenerando hasta límites insospechados en un terror gótico mezclado con un spin-off de Terminator: El Origen. Sin tener en cuenta esos minutos finales en donde hay más fuegos de artificio rancio que otra cosa, la película es muy recomendable si quieres jugar con tu mente y ponerla a prueba con los ingredientes que el director te propone. A mi me convenció.

Sacapuntas de oro: Que tiene un universo propio tan deprimente y abstracto que te seduce y cautiva por igual desde el primer instante. Algunas imágenes se te quedan grabadas en la retina a fuego, como la de la cámara acuática. La fina línea que separa la locura de la cordura.

Sacapuntas de madera: Su excesivo metraje, no por innecesario, sino porque llega un punto de no retorno donde empiezan a pasar cosas innecesarias. Su final, poco convencional y estrambótico. Los actores no me acaban de convencer del todo.

Nota: 6,5 Sacapuntas.