Acercarse a la historia de Bonnie & Clyde es pisar terreno resbaladizo, o jugar con fuego, que pega más con el tema que se trata. Su imagen cinematográfica siempre va a ser la de Warren Beatty y Faye Dunaway, y no va a haber versión que pueda superar a la película de Arthur Penn.
Sin embargo, Bruce Beresford, un artesano polifacético, acomete aquí un retrato de los famosísimos forajidos menos mitificado que el de la película de los años 60. Se centra sobre todo en su relación sentimental, más que en sus crímenes, y resulta quizá una aproximación más "histórica" y ambigua, ya que no se moja respecto a la pareja: ni los eleva a los altares de la cultura popular ni tampoco los juzga demasiado, pese a que objetivamente tenían mucho que juzgar y condenar.
Los dos protagonistas corren a cargo de un Emile Hirsch con un parecido físico sorprendente con Jack Black (por raro que suene) y una Holliday Grainger seductora que no parece cansarse de hacer roles de época (es el 95% de su filmografía).
Correcta.